“Una es todo lo que ha venido siendo”
Un recorrido sobre algunos de los temas que se trataron la jornada “Ancestras: saberes de género y mujeres mayores”.
06-04-2018
Mujeres mayores, docentes, alumnas y ex-alumnas, jubiladas; solas, con amigas y acompañadas por sus hijas y nietas; de Capital, Caseros y distintas zonas del Conurbano, fueron parte del primer evento participativo sobre género y vejez realizado en una Universidad Pública. El encuentro tuvo como objetivo abordar el cruce entre estos dos ejes y hacer circular los saberes que las mujeres mayores desarrollan desde sus distintos ámbitos de intervención social.
Las mujeres precisamos saber que no somos huérfanas, que tenemos ancestras y que si estamos aquí ha sido entre cosas, por los afanes de nuestras madres y nuestras antepasadas, tanto como por los esfuerzos de nuestras contemporáneas.
“El feminismo en mi vida”, Marcela Lagarde
¿Por qué ancestras?
“Elegimos la expresión ancestras para homenajear a aquellas mujeres pertenecientes a generaciones anteriores”, expresó María Inés La Greca, integrante de la Red Interdisciplinaria de Estudios de Género, y aclaró que para la Real Academia Española solo existe el término en masculino: ancestro. A lo largo de la historia nos hemos referido a nuestros antepasados exclusivamente en masculino, negando y ocultando el lugar de la mujer en la historia. En este sentido, utilizar el concepto ancestras significa visibilizar a las mujeres que mediante luchas colectivas e individuales hicieron posible que hoy se pueda superar el adoctrinamiento masculino. Según las especialistas, apropiarnos del término se transforma en un desafío y en el primer paso para hacer que exista.
Ancestras hace referencia a las mujeres que nos anteceden pero también a las mujeres de hoy, a las que resisten con saberes anteriores que son deslegitimados porque no se corresponden con el discurso hegemónico de la ciencia atravesada por el mercado.
Por su parte, Mónica Navarro, organizadora del evento y directora de la Especialización en Intervención y Gestión Gerontológica de la UNTREF, expresó: “reconocer la ancestridad es reconocer que hay saberes distintos, es reconocer lo valioso en aquello que es añoso” y agregó que pensar a la vejez y al género juntos exige un esfuerzo y exige además visibilizar las diferencias: “somos todas mujeres pero no somos todas iguales, aunque todas tenemos saberes”. Hablamos de saberes que se transmitieron de generación en generación, que tienen que ver con la experiencia misma de ser mujer y que hoy no son reconocidos como tales por que no cumplen con los estándares de la producción científica.
“Reconocer la ancestridad es reconocer que hay saberes distintos, es reconocer lo valioso en aquello que es añoso”
Las mujeres y la vejez
“El cuerpo es la materialidad de nuestra existencia”, afirmó Liliana Gastrón, Profesora Emérita de la Universidad de Luján. Nuestra existencia es corporal y la sentimos en las marcas que deja el paso del tiempo sobre nuestro cuerpo. Pero también es cultural, aclaró Gastrón, ya que muchas veces esas señales se convierten en un verdadero trauma, y no precisamente porque duelan, sino porque hay un discurso que las construye como tal y hace que nos avergoncemos de nuestras canas, arrugas y cualquier tipo de marca en la piel. A lo largo de los años, se ha actuado sobre el cuerpo de las mujeres: las intervenciones en la salud callan las voces del cuerpo las mujeres mayores. Al respecto, Gastrón remarcó: “la única forma de no tener edad es no cumpliendo años, y la única manera de honrar la vida es teniendo edad, no anti edad”.
También los medios de comunicación hacen su aporte a la construcción de un tipo de representación sobre la vejez. Como explicó Marina Liz Rodríguez, comunicadora, especialista en Gerontología e integrante de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, la representación de las mujeres mayores en los medios se reduce las categorías de abuela y jubilada. Las auditorías que lleva adelante la Defensoría muestran que estas mujeres aparecen en las noticias casi exclusivamente por problemáticas relacionadas a la jubilación o como víctimas de policiales.
Según la especialista, el discurso siempre tiende a la victimización de la mujer mayor y se la construye como un ser vulnerable, se nota hasta en la utilización de diminutivos por parte de los comunicadores. También se la despoja de su género, como si en abuela no hubiera una mujer, ya que si se asesina a una mujer no aparece como femicidio. “Los cuerpos de las mujeres mayores se construyen como cuerpos frágiles, indeseables, que no tienen nada para dar. Son objeto de cuidado y nunca de deseo”, manifestó Rodríguez. Además habló del término viejismo como un tipo de discriminación hacia las personas mayores que opera sin intención de daño, pero que afecta y excluye a todo el colectivo, que no vive solo una marginación simbólica, sino también una vulneración de sus derechos.
"Los cuerpos de las mujeres mayores se construyen como cuerpos frágiles, indeseables, que no tienen nada para dar. Son objeto de cuidado y nunca de deseo”
Cuando las mujeres narran
Magalí Risiga, terapista ocupacional y docente de la Especialización en Intervención y Gestión Gerontológica, explicó que la memoria ligada a lo autobiográfico se conserva mucho más tiempo que la que tiene que ver con la historia reciente o las cuestiones prácticas. En terapia ocupacional se usa la narración de historias de vida porque es una herramienta muy eficaz, ya que es una actividad en sí misma y está relacionada con la idea de reminiscencia. “Se vuelve para atrás para traer un recuerdo al presente y pensar en el futuro, es una oportunidad de transferir algo del pasado y de resignificar la verdad”, describió.
En la narración de una experiencia particular hay marcas de instituciones y de una época, por eso cuando escuchamos discursos de nuestras ancestras, encontramos huellas que tienen que ver con el un momento histórico. ¿Y cuando las que narran son las mujeres? Cuando las que narran son mujeres, aparecen puntos en común, aparecen mandatos reiterados tras generaciones que tienen que ver con roles y responsabilidades y se reconoce así un lugar de sometimiento. El poder del relato, según la especialista, es que le otorga sentido al propio pasado y es una oportunidad de transformar, transmitir y resignificar experiencias.
Siguiendo a Marcela Lagarde, autora mexicana de la que las organizadoras tomaron el concepto de ancestras, las redes de apoyo entre mujeres han existido a lo largo de la historia y fueron necesarias para que las distintas generaciones de mujeres puedan sobrevivir en condiciones de opresión. La autora utiliza el término sororidad para hablar de la construcción de un sujeto femenino colectivo, de una genuina relación entre mujeres que prioriza el bienestar personal y mutuo a partir de una ética feminista de relación innovadora. “Nos adoctrinaron para no generar lazos solidarios”, expresó al respecto María Inés La Greca, este sentido, la sororidad es necesaria para crear vínculos que superen antagonismos y que sume al empoderamiento de las mujeres.
“Nos adoctrinaron para no generar lazos solidarios”
Si la sororidad es la solidaridad específicamente entre mujeres y atraviesa las diferentes edades, la memoria es fundamental para que las mujeres de hoy redescubran a sus ancestras y se puedan relacionar traspasando las generaciones. Por lo tanto, según Risiga, una historia de vida no es simplemente un relato personal, si no que es la posibilidad de abrir nuevos caminos también en lo transgeneracional.