Los dilemas de la inclusión universitaria
En el marco del Proyecto Solidaris, especialistas de distintas universidades alertaron sobre los obstáculos para completar los estudios superiores.
20-11-2018
El tema de la inclusión universitaria para una ciudadanía activa es el eje del Proyecto Solidaris, una red de cooperación internacional entre representantes de universidades de Latinoamérica y Europa que concretaron una serie de encuentros donde debatieron las dificultades en el acceso, la permanencia y el egreso en los estudios superiores. Los tres días de encuentro fueron realizados en la Sede Rectorado Centro de la UNTREF.
Para Martín Lagarralde, de la Universidad Nacional de La Plata, es un error analizar las trayectorias de cada estudiante en relación a sus atributos. “En la permanencia juegan un rol más importante el sistema de reglas institucionales y los saberes de los docentes, que se forman bajo supuestos de homogeneidad social y cultural”, aseguró. Contra las rigideces, señaló que se están pensando nuevos formatos como cursadas intensivas o modalidades semipresenciales, y que el aspecto más desafiante hoy es la “inclusión curricular”, el reconocimiento de los saberes que circulan en una la población estudiantil heterogénea.
Su colega Hernán Mariano Amar, coordinador del Área de Proyectos de la Secretaría de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la UNTREF, presentó un trabajo en el que hizo un repaso histórico de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales en Argentina desde los 90 a esta parte, mostrando cómo estas han impactado en la inclusión educativa.
“En los 90, con el modelo neoliberal, teníamos un núcleo duro de pobreza de entre el 20% y 25%, y esto es algo que no podemos desestimar”, señaló. Durante ese período, mientras que el 45% de los jóvenes de clase alta concluía sus estudios superiores, los de los sectores medios lo hacían en un 34% y los de los sectores populares en un 12%. Entre 2002 y 2015, el escenario cambió significativamente: el presupuesto universitario creció un 92% y la matrícula universitaria un 19%. “Pero pese a que se mejoró mucho en algunas cuestiones, la pobreza estructural se mantuvo y el empleo informal trepó al 32%”. El resultado, de acuerdo a Amar, es un 82,5% de egresados universitarios de clase alta y media contra una proporción muy marginal de clase trabajadora.
“En la UNTREF tenemos un 75% de estudiantes que son primera generación de universitarios en sus familias, y esto es algo central para pensar la inclusión”, agregó. Como explicó, las posibilidades de egreso de los hijos de padres con estudios superiores completos es del 71%, en tanto que las de los hijos de padres con estudios secundarios incompletos es del 5% y con estudios primarios incompletos, del 3%. En ese sentido, la Universidad trabaja desde su Área de Bienestar Estudiantil ofreciendo a sus estudiantes el seguro público de salud, menú y boleto estudiantil y el consultorio saludable, entre otras iniciativas. “Todavía hoy tenemos una correlación fuerte entre nivel socioeconómico y nivel de estudio”, remarcó el expositor.
Cuestión de género
De acuerdo con María Inés La Greca, Coordinadora de la Red Interdisciplinaria de Estudios de Género de la UNTREF, el género es también una variable que incide en la continuidad de los estudios, y dijo que además hay que tener en cuenta la inserción laboral de las mujeres con el título en la mano.
“Las elaboraciones feministas cuestionaron la idea de que a cierto cuerpo le corresponde determinado rol social, algo que permitió el acceso de las mujeres a la universidad, antes relegadas a las tareas del hogar y el cuidado de los hijos”, expresó.
La Greca se refirió a un estudio realizado con ingresantes mujeres de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en el que se constató que muchas abandonaban la cursada porque sus maridos se resistían a que estudiasen. “Si tenés un cuerpo femenino hay más posibilidades de que un docente te acose. Entonces si para aprobar un final me veo obligada a tener relaciones sexuales con el profesor, eso también atenta contra mi continuidad en la universidad”, graficó. Más allá de que las mujeres marcan el 58% de los ingresos a la universidad y el 71% de los egresos, tienen más dificultades para acceder a puestos jerárquicos en estas instituciones y en lograr una paridad salarial respecto de los hombres. “Los problemas de desigualdad que tenemos en el ámbito social más amplio se reproducen en el ámbito universitario”, sintetizó.
Algunas de las participantes internacionales, como Dolores Limón de la Universidad de Sevilla, expresaron que este encuentro es fundamental para que las universidades de Latinoamérica y Europa puedan promover una ciudadanía activa. “Esta idea consiste en que los ciudadanos tomen conciencia de que pueden cambiar su realidad operando directamente sobre la situación social, económica, cultural y sobre todo personal”, comentó.
Su par Rocío Valderrama dijo que lo interesante de este proyecto financiado por la Unión Europea es la horizontalidad y lo mucho que se puede aprender de las universidades latinoamericanas.
Limón indicó que es clave que la universidad apoye “el no sentirnos diferentes culturalmente para enriquecer a un grupo” y consolidar “una dinámica de hacer distinta que considera al otro como alguien que viene a incorporar algo más a mi cultura”. Como relató, en la Universidad de Sevilla vienen trabajando intensamente con tutores que asisten a estudiantes de nuevo ingreso con distintos tipos de discapacidad o que vienen de otras tradiciones culturales. “La inclusión de los refugiados es hoy uno de los problemas más fuertes que tenemos en Europa”, evaluó.
Además de ellas participaron miembros de la Universidad de Viña del Mar y la Universidad Austral de Chile; de la Universidad del Salvador de Argentina; de la Universidad de Pernambuco y la Universidad Estadual de Paraíba de Brasil; de la Universidad de Lisboa de Portugal; y de la Universidad de Bielefeld de Alemania.