Migraciones forzosas en América Latina: hay 18,3 millones de desplazados
La crítica situación de la población migrante en la región fue analizada en un encuentro con referentes de la iglesia, organismos internacionales, organizaciones de la sociedad civil y de la academia. El cierre estuvo a cargo de León Gieco.
28-07-2021
La región se enfrenta a una crisis de desplazamientos forzados sin precedentes, con nada menos que 18,3 millones de migrantes provenientes en su mayoría de Venezuela y países de América Central cuya situación se agravó profundamente por la pandemia de la covid-19. Esa fue la preocupación que recorrió las presentaciones de los referentes de los organismos internacionales, activistas, miembros de la iglesia y del mundo académico reunidos en el Encuentro Migrante Latinoamericano que contó con la participación especial de León Gieco.
El representante de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Diego Beltrán, aseguró que esos flujos migratorios y de refugiados han sido exponencialmente afectados por la covid-19. “Han perdido sus casas, no han podido acceder prácticamente a salud y educación, han incrementado sus riesgos de protección, particularmente grupos vulnerables de niños y niñas, población LGTB y personas con discapacidad”, graficó en el evento organizado por la UNTREF, la Universidad Nacional de Córdoba, la Red Clamor, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y otras organizaciones.
Para el experto de la OIM, las restricciones impuestas por la pandemia impactaron de manera particular en estos migrantes, ya que potenciaron las vías irregulares de desplazamiento. “Esto ha aumentado el traslado por trochas, la trata y el tráfico de personas, y ha habido un aumento en la salida de mayores y niños por razones de reunificación familiar”, agregó. Beltrán expresó que el grupo más afectado por esta situación es el de los venezolanos. Según él, en los últimos años más de 5,6 millones de refugiados emigrantes de Venezuela se han desplazado fuera del país, de los cuales 4,6 millones residen en 17 naciones de América Latina y el Caribe, principalmente en Colombia, que cuenta con 1,8 millones de venezolanos, y Perú, con 1 millón.
El especialista dijo que más allá de que el panorama pueda ser desalentador ha habido una respuesta de la comunidad internacional y de los países latinoamericanos con la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), que une a organismos de las Naciones Unidas y organizaciones de la sociedad civil. “Quiero destacar el trabajo real y cotidiano de las organizaciones en los países de recepción que ayudan a recibir, dar una palabra de aliento, pero más que eso: a establecer emprendimientos, a ayudarlos en la educación y en la creación de espacios seguros, a combatir la trata y la xenofobia, a brindar asistencia humanitaria, alojamiento, transporte e integración cultural y sociolaboral”, enumeró.
Para Beltrán, lo prioritario en este momento es la regularización de estos migrantes, que es la que dará paso a su inclusión socioeconómica. “La regularización permite documentar y darle acceso a derechos, y tenemos señales alentadoras, por ejemplo un estatuto temporal de protección en Colombia, donde hay registrados más de un millón de venezolanos, un plan de normalización en República Dominicana con más de 50 mil registrados, y en Perú se ha ido reconociendo refugio y concediendo permisos de permanencia, entre otros esfuerzos”, ilustró.
Por su parte, su par en el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Maria Bances del Rey, llamó especialmente la atención sobre la problemática del empleo y el hábitat en esta población, aportando nuevas cifras. Así, Bances del Rey aludió a un estudio del Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo y ACNUR según el cual a principios del 2020 el 70 % de los refugiados y migrantes en América Latina y el Caribe dependían del sector informal de la economía para sobrevivir. “Se estima que entre el 80 y 90 % de los refugiados e inmigrantes venezolanos perdieron sus empleos el año pasado, todo esto agravado por la pobreza y la desigualdad de ingresos”, afirmó.
Además, habló de un reciente relevamiento de la Plataforma R4V con relación a la vivienda. “Para los refugiados inmigrantes venezolanos esta problemática es especialmente extrema. El 50 % de los encuestados habían sido desalojados, el 38 % se enfrentaban a nuevos retos de desalojo y el 11 % habían sido desalojados y no tenían hogar”, describió.
El rol de las organizaciones
El secretario general de derechos humanos de la UTEP, Lito Borello, destacó el papel de los movimientos populares en la construcción de una cultura solidaria que ayude a resolver la crisis de los migrantes. “Muchos de nuestros compañeros y sus familias tienen que ver con un sujeto que ha ido emergiendo a partir de las políticas de descarte y de un sistema que nos deja afuera, en donde hemos tenido que inventarnos el trabajo. Nuestras organizaciones han sido una expresión permanente de que nadie se salva solo, y en las que la solidaridad ha sido un rasgo distintivo”, expresó el militante.
Borello indicó que es fundamental impulsar políticas públicas para acoger, proteger, promover e integrar. “Creemos con total certeza que no hay nada mejor que la economía popular para generar no solo políticas de asistencia sino la integración de un montón de hombres y mujeres que quedan alrededor de la problemática de la migración pero afuera de tener una vida y un trabajo dignos”, consideró. Asimismo, insistió en que los movimientos populares “no queremos seguir siendo solo destinatarios de algunas políticas paliativas sino que tenemos que ser parte del diseño de esas políticas públicas”.
Del encuentro también participó Monseñor Gustavo Rodríguez Vega, arzobispo de Yucatán y presidente de la Red Clamor, que tiene un histórico trabajo acompañando a colectivos migrantes en toda América Latina. “Los que se ven expulsados de sus lugares de origen por la pobreza, la guerra y la violencia generalizada o cambios climáticos merecen todo el apoyo en su caminar de todos los que quieren ser y tener un comportamiento auténticamente humano y cristiano”, comentó el religioso.
Sobre todo, Rodríguez Vega se detuvo en las consideraciones del Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti. “Para que no suceda la migración forzada en el mundo se requiere asegurar en cada nación el desarrollo humano integral. Todos estamos en la misma barca y todos necesitamos de todos porque los migrantes tienen mucho para aportar a la nación donde llegan. Ampliar el corazón al extraño es un imperativo para el crecimiento de todos”, parafraseó.
Los aportes culturales y económicos de los migrantes
Hubo también algunas intervenciones dedicadas a pensar las contribuciones de las comunidades migrantes a las sociedades receptoras. El director de la Cátedra UNESCO Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina de la UNTREF e investigador principal del CONICET, Daniel Mato, habló del enriquecimiento cultural asociado a los movimientos migratorios.
Mato se refirió a aportes como los de la gastronomía, y ejemplificó con la migración aymara y quechua en Argentina procedente de Bolivia. El académico apuntó que esta corriente migratoria no solo trajo otra gastronomía, también ayudó a revalorizar cultivos tradicionales del noroeste argentino, como la quinoa, y agregó que sus conocimientos han hecho posible la reactivación de su producción. “Las y los migrantes de ningún modo vienen con sus manos vacías, traen técnicas y tecnologías materiales e instrumentales, traen otras formas de organizar el trabajo y de establecer redes con fines productivos y además traen otros modelos de organización familiar, comunitaria y social, así como otras maneras de ver el mundo, otros valores, otra espiritualidad”, manifestó.
Por otro lado, destacó que el enriquecimiento se da no solo en la sociedad de destino, sino que se extiende a la sociedad de origen y a otras sociedades. “Las y los migrantes solemos vincularnos no solo con gente de la sociedad local sino entre migrantes provenientes de diversos países. Nos convertimos en agentes mediadores, interculturales, entre nuestras dos sociedades y más. Somos tejedores y tejedoras de lazos de hermandad”, definió.
A su vez, el representante de la Sección Migrante y de Refugiados del Vaticano, Diego Carámbula, habló de los aportes de los migrantes a la ciencia y la economía. Según los datos que ofreció, en un país desarrollado como Estados Unidos, el 25 % de los científicos y el 26 % de los premios Nobel que residen en ese país son inmigrantes, y representan también el 50 % de los que poseen títulos de doctor. También comentó que algunas de las vacunas contra la covid-19 fueron desarrolladas por migrantes, tal el caso de Moderna, creada por un inmigrante libanés, y la de Pfizer, desarrollada por dos inmigrantes turcos.
Asimismo se refirió al caso de los migrantes venezolanos, una mano de obra que termina obteniendo empleos subcalificados por las dificultades que encuentran para revalidar sus títulos en los países receptores. “Deberíamos ir a un modelo de revalida de títulos similar al europeo, para que la gente que migra regionalmente pueda acceder a trabajos coherentes con lo que estudiaron. También es importante el tema de la movilidad de estudiantes, que es un puerta de entrada a la migración, y luchar contra la informalidad laboral que lamentablemente acapara a toda la región”, ponderó.
Un cierre de lujo con León Gieco
El cierre del encuentro estuvo a cargo del reconocido cantautor argentino León Gieco, que envió un saludo especial a los participantes y obsequió dos de sus canciones más emblemáticas: “Solo le pido a dios” y “De igual a igual”, que cantaron todos.
Sobre el final, el gran referente de la música popular argentina dejó un mensaje de unidad. “Tenemos que mantener la esperanza activa en favor de un mundo con lugar para todas y todos, un mundo en el que podamos reconocer la riqueza que aporta cada cultura y construir, como dice el Papa Francisco, una cultura del encuentro. La inmigración es un derecho humano”, cerró el cantante.