La respuesta del arte contemporáneo a la crisis ambiental
Artistas e investigadores de la UNTREF comparten algunas de sus propuestas conceptuales y prácticas para contribuir a un mundo y una industria más sustentables. Opinan Pablo La Padula, Ana Laura Cantera y Andrea Varela.
06-11-2024
La respuesta del arte contemporáneo a la crisis ambiental
Artistas e investigadores de la UNTREF comparten algunas de sus propuestas conceptuales y prácticas para contribuir a un mundo y una industria más sustentables. Opinan Pablo La Padula, Ana Laura Cantera y Andrea Varela.
El CIDEM reunió a un grupo de creadores y académicos de la Universidad para que den su opinión sobre el papel de las artes visuales en este giro ambientalista que viene experimentado la sociedad, planteando que no solo tienen un lugar central en la construcción de una mirada crítica sino que también pueden aportar soluciones concretas a actividades humanas de alto impacto como la industria.
Según Pablo La Padula, asesor académico del MUNTREF Centro de Arte y Naturaleza, el arte contemporáneo hizo suyas estas preocupaciones a partir de la crisis biológica ocasionada por la pandemia de coronavirus. “Prácticamente la totalidad del campo se volcó de forma directa o indirecta, consciente o inconscientemente, a las cuestiones que tienen que ver con la vida sobre el planeta Tierra. No quiere decir que todos sean ecologistas, pero lo biológico aparece, y aparece en algo muy básico: el uso de los materiales. Ahora los artistas, cuando empiezan a trabajar, se preguntan si el material que están utilizando es contaminante o no, si es reciclable o no”, asegura.
Para La Padula, las artes visuales tienen un rol destacado en la construcción de una conciencia verde. “Generan la nueva frontera posible de ser imaginada, con nuevos valores simbólicos posibles de ser trabajados por la sociedad, y esto se potencia porque la cantidad de artistas contemporáneos que hay hoy en las ciudades es enorme. Más allá que no todos tengan visibilidad ni vivan del arte, lo cierto es que la práctica artística está muy democratizada”, expresa.
Pablo la Padula es asesor académico del MUNTREF Centro de Arte y Naturaleza y Doctor en Biología. Trabaja desde hace más de 30 años los cruces entre arte y ciencia
Precisamente, uno de los temas en los que se detiene es que hubo un desplazamiento del concepto de producción artística al de práctica artística. “Se deja de lado esta idea tan formalista y esteticista de producir una obra magnánima y se pasa a la idea de práctica, que en tanto tal es un estilo de vida. Y ese estilo de vida consiste en artistas que van al territorio en búsqueda de un retorno a la naturaleza con su arte, de una integración con la comunidad, y a través de esa integración investigan lo que pasa con el entorno. Generalmente no son artistas en solitario sino que arman colectivos, y lo hacen con el objetivo de trazar redes socio ambientales para establecer vínculos y prácticas que sean más sustentables”, describe.
Sin embargo, la relación arte/ambientalismo no está exenta de polémicas. Son conocidas las acciones que en el último tiempo llevaron adelante algunos activistas contra célebres cuadros como “La Gioconda” de Leonardo Da Vinci, “Las Majas" de Francisco de Goya o "Los Girasoles” de Vincent Van Gogh. Consultado sobre estos ataques, La Padula reflexiona: “Vandalizan obras icónicas que son tesoros culturales del colonialismo, símbolos de un momento histórico de castas sociales de mucho poder. Paradójicamente todo esto sucede en los países centrales, no acá. Para mí está muy relacionado con el activismo verde europeo, que tiene una idea de ecología que no comparto, que es la idea de no tocar la naturaleza, como si esta fuera algo externa a nosotros, la especie humana".
Activistas del movimiento Just Stop Oil vandalizan obras célebres como “La Carreta de Heno”, “La Venus del Espejo” y “La última cena” en prestigiosos museos de Londres durante 2022 y 2023
Pablo argumenta que estos movimientos pertenecen a países que ya se han consumido sus propios bosques con la Primera y la Segunda Revolución Industrial y proponen que las zonas más prístinas ubicadas en la franja ecuatorial del Tercer Mundo sean resguardadas para usarlas en cuentagotas cuando haga falta. "Hay distintas concepciones de ecología. Que en territorios profundamente pauperizados se proponga como medida no tocar el bosque ni que te alimentes de él, es algo con lo que no estoy de acuerdo. Los seres vivos somos sistemas abiertos que intercambiamos materia y energía con el entorno. La historia nos ha demostrado, muchas veces, que ese bosque que no tocamos luego se lo llevan los que son poderosos".
De acuerdo con La Padula, que además de artista y curador es Doctor en Biología, esta forma de ver la ecología no solo le hace el juego al imperialismo sino que es una falacia. "Pretender que un ‘recurso natural’ quede estanco durante años es una irrealidad. La naturaleza es dinámica y el ser humano forma parte de ella. La transformación es la moneda de cambio de estar en la vida", afirma.
Y es que como científico, también cuestiona el desarrollo que han tenido las ciencias en los últimos 300 años, que modificaron radicalmente la forma de pensar nuestra relación con el mundo. En su opinión, fueron primero la física y la astronomía y más tarde la biología las que sentaron las bases para ese “cambio cosmológico”, según el cual dejamos de concebir al planeta como un gran organismo vivo del que formamos parte para entenderlo como un recurso natural fordista al servicio de la especie humana.
“Esta revolución científica reduce el mundo a funciones matemáticas de predicción, y el caso más extremo es la predicción para aumentar la productividad de las cosas en beneficio del ser humano. Ahí empezamos a hablar de recurso natural, entonces ese recurso natural hoy vemos que se agota y le sumamos la preservación y el cuidado, que es de donde surge la idea original de ecología, algo que mí me interesa desandar. Lo que propongo es una visión más organicista, una vuelta a la ciencia de las cualidades, que percibe el mundo sensitivamente a través de las formas, los colores. Una hormiga o una hoja tienen tanta autonomía como nosotros los humanos, somos todos seres vivos. Habrá una simbiosis, un diálogo, un ir y venir, pero ninguno es el recurso del otro”, pondera.
“Gabinetes biológicos” es una serie creada por La Padula que retoma la tradición renacentista de los gabinetes de curiosidades. Invita a los espectadores a una deriva sensualista por sobre la automatización clasificatoria de las especies elaborada por Linneo en el siglo XVIII
Biomateriales y creaciones interespecie
Dentro de estas tendencias que describe La Padula, merece una mención especial el trabajo de Ana Laura Cantera, artista, docente e investigadora del Doctorado en Artes y Tecnoestéticas de UNTREF cuya especialidad son los biomateriales.
En diálogo con el CIDEM, Ana Laura aclara que este tipo de materiales tienen la particularidad de ser orgánicos, por ejemplo realizados mediante residuos como la borra del café o la yerba mate usada, o pueden estar constituidos a partir de seres vivos, como el micelio de hongos, las algas u otros microorganismos. “Lo interesante de los biomateriales es que posibilitan un cambio de paradigma en la creación, rompen con los materiales derivados del petróleo. Son productos no contaminantes, compostables, totalmente amigables con el medio ambiente”, sostiene.
Como señala, las posibilidades que ofrecen son enormes. Uno de los biomateriales con los que más trabaja es el micelio de hongos, que es la red en forma de filamentos (hifas) que crece bajo tierra. De hecho, Cantera fue pionera en implementarlo en nuestro país y con él viene desarrollando desde ladrillos y paneles, pasando por muebles pequeños hasta macetas, lámparas y otros objetos decorativos. “Utilizo el micelio como manera de tejer objetos en una relación de ida y vuelta, en la cual les doy a los hongos las condiciones ideales y ellos responden creciendo en un molde determinado y consolidando una morfología particular”, explica, resaltando que además tiene ventajas como ser ignífugo, hidrófugo, aislante térmico y sonoro.
Algunos de los biomateriales con los que trabaja Ana Laura Cantera son la yerba mate usada y el micelio de hongos. Con la primera ha realizado calzado y con el segundo una diversidad de elementos que van desde componentes arquitectónicos a objetos decorativos.
Ana Laura añade que el cultivo de los biomateriales vivos implica un proceso de co-creación que tiene sus complejidades.
“¿Cómo me vinculo con los hongos, siendo que yo tengo un objetivo creacional y ellos no? ¿Cómo genero una relación respetuosa con estos organismos? Ese es otro aspecto en el que reparo mucho, trabajar desde un lado no solamente sustentable pensando en el ambiente y en la posibilidad de reducir la huella de carbono, sino con procedimientos éticos. El de los hongos es un mundo fascinante, donde todo el tiempo uno está aprendiendo de sus operatorias. Por más que uno les facilite las condiciones, ellos deciden crecer o no: existe un diálogo y un trabajo con la espera, porque las temporalidades son diferentes al involucrar las acciones de otros seres. Por eso es tan apasionante el biodiseño y todo lo que tiene que ver con estas creaciones interespecie”, remarca.
Quizás lo más llamativo de esta artista e investigadora es que colabora con algunas empresas y emprendimientos que buscan generar una producción más limpia y sustentable, uniendo dos mundos en apariencia irreconciliables como son los del arte y la industria.
“Toda esta articulación se fue dando sin conflicto en mi caso, porque no creo mucho en las separaciones entre disciplinas y las sobre especializaciones, y sí en las confluencias. Mi búsqueda con los biomateriales empezó desde el arte y luego se fue extendiendo a otros campos como el diseño. Ahí se abrió una veta grande y me fui cruzando con diferentes personas que posibilitaron estos lazos empresarios, donde el CIDEM fue clave”, afirma.
Ana Laura Cantera (tercera desde la izq.) junto a los integrantes del equipo BIONUMA. Entre las tecnologías que emplean hay una impresora 3D de pastas que, en línea con la cultura maker que los identifica, fue desarrollada por ellos mismos.
Cantera conformó el equipo BIONUMA de Investigación y Desarrollo en Biopoéticas y Nuevos Materiales que integran Ángel Salazar, Demian Ferrari, María Paula González, Paloma Márquez y Laura Leyt, con quienes viene encarando distintas iniciativas. Su centro de operaciones está en el Laboratorio de Arte Electrónico e Inteligencia Artificial ubicado en la Sede Aromos de la Universidad, que cuenta con equipamiento especialmente desarrollado por ellos, como una impresora 3D de pastas.
Sobre estos proyectos, Ana Laura comenta uno para la empresa de packaging Vargas SRL, que trabaja con algunas de las bodegas más importantes del país y para la que están diseñando un empaque a base de orujo de uva, un descarte de la industria vitivinícola que genera acidificación en los suelos. Otro es con una firma productora de yerba mate premium, que desecha el polvillo y con el que Cantera y su grupo están ensayando la confección de unos fanales. En paralelo, el equipo está trabajando en el desarrollo de arquitecturas con paneles de micelio de hongo para una empresa de la Ciudad de Buenos Aires enfocada en la economía circular.
“Para nosotros es una alegría que estos materiales tan nobles no queden solo en una muestra y se puedan acercar a la industria y a usos más tangibles”, resume la artista e investigadora.
La alquimia de reutilizar
Otro de los equipos creativos de UNTREF con perspectiva sustentable es Proyecto Abrigo, que aprovecha los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) combinándolos con oficios tradicionales como el tejido y la cosmovisión de los pueblos originarios de América.
Este grupo de docentes, investigadores y artistas encuentra en esos desechos un recurso ilimitado para sus producciones. Conformado en 2007, su directora Andrea Varela cuenta que fueron de los primeros en la universidad en darle una segunda vida a la basura tecnológica y en problematizar su impacto ambiental.
Andrea Varela, directora del Proyecto Abrigo.
“Cuando me incorporo a la universidad traigo esto de la tecnología como pregunta, pensando también en cuál es la posición del Tercer Mundo en relación con esa producción. El descarte tecnológico aparecía como el primer excedente con el que íbamos a tener que lidiar”, apunta.
Tal como indica, los atravesaba la necesidad de desarmar las computadoras y develar el misterio físico dentro de esos equipos. “Desde ahí comenzamos a jugar con una resistencia y la convertimos en un anillo, después fue pedirles a las autoridades de la UNTREF que nos dieran toda máquina obsoleta que tuvieran en la institución. Así empezamos a crear objetos útiles o artísticos y a compartir lo que descubríamos con la comunidad”, continúa.
La producción de Abrigo con los RAEE es tan flexible que puede incluir bijouterie, juegos de mesa, cuadernos, muñecos e indumentaria. “Desagregar los componentes y transformar su función en otros contextos tiene algo de práctica alquímica”, sintetiza sobre su predilección por estos materiales.
Las producciones de Abrigo son residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) van desde un juego de ajedrez a cuadernos e indumentaria.
Algo que también resalta en este equipo que completan Natalia Pajariño, Patricia Sainz, Yanina Viegas y Maximiliano Bearzi es su vínculo con el territorio y con las necesidades de quienes lo habitan. “Como docentes y como artistas pensamos que no hay nada que no sea con el otro. Para nosotros la práctica artística es una práctica comunitaria”, define Varela, poniendo como ejemplo una propuesta que llevaron adelante en el barrio popular La Rana del Partido de San Martín.
En ese proyecto llamado CASOL (Casa del Sol), trabajaron codo a codo con los jóvenes del barrio para construir una plaza con RAEEs. “Nosotros lo propusimos como una forma de reutilizar los residuos tecnológicos y a la vez generar un espacio de reunión para los chicos. Pero cuando llegamos ahí, nos dimos cuenta que para que sea de ellos y tenga algún valor, primero los teníamos que conocer, saber qué querían, qué les pasaba y qué podíamos hacer al respecto”, relata.
Y la mejor forma de acercarse, rememora Andrea, era a través de los talleres. “Les mostramos cómo desarmar los gabinetes de las computadoras, construimos incluso canteros porque una de las cosas que esperaban de CASOL era que ahí funcionara una huerta. Nos encontramos con una realidad que nos hizo reformular mucho de lo que pensábamos hacer”.
Otro de los rasgos de Abrigo es su fuerte vínculo con el territorio y con quienes lo hablan. Organizan actividades y talleres que apuestan a la construcción de una conciencia verde y solidaria.
Varela subraya que las culturas precolombinas aportan un marco conceptual sólido a la hora de pensar sus actividades. “Creo que el arte está desde sus orígenes intrínsecamente relacionado con el ambiente. Las producciones de todos los pueblos originarios tienen que ver con eso. Para mí no se trata de un descubrimiento de la crisis climática, sino de una resignificación. No siempre el conocimiento está adelante, a veces hay que ir a buscarlo detrás”, evalúa.
Yendo más a los detalles, Andrea acota que lo que los inspira de estos pueblos es la iconografía que tejían o que pintaban y tallaban en cerámica, piedras y metales. En torno a ella, Abrigo realizó varios proyectos, entre ellos una pentalogía de cortos animados en formato fulldome y el taller Cuerpo y Ambiente para estudiantes de la Licenciatura en Producción Audiovisual.
La simbología y la cosmovisión de los pueblos originarios de América es una fuente de inspiración para este grupo de creadores.
“En estos símbolos se puede leer que somos cuerpos viviendo en un ambiente que es otro cuerpo, otro organismo. Nada de lo que hacemos está escindido de él. Esa conciencia la tuvo en algún momento la humanidad y es la que transmiten los pueblos originarios en sus creaciones, desde la forma en que observan a los animales y toman sus atributos a cómo entienden los mapas celestes y los ritmos agrarios”, ejemplifica.