Educar para erradicar el racismo
Frente a la expansión de la discriminación y la xenofobia, la Universidad organizó una serie de debates para reflexionar sobre sus impactos en la enseñanza y en algunos grupos de la población, como las mujeres.
25-03-2019
Durante exposiciones y debates, la temática fue abordada por dos importantes iniciativas: el Foro Racismo y Educación Superior y el seminario La construcción de la raza y el racismo. En el primero, investigadores y representantes de los pueblos indígenas y afro coincidieron en que el racismo es un problema esencialmente educativo y discutieron sobre cómo este flagelo se manifiesta y opera en la región. En el segundo, se denunció un proceso consistente con la eliminación sistemática de jóvenes negros en Brasil y cómo la discriminación racial atraviesa las cuestiones de género.
Los especialistas afirmaron que analizar este problema en las instituciones educativas es urgente. No solo porque en ellas se alojan prácticas discriminatorias explícitas o solapadas, sino por el papel que cumplen en la vida cívica y como formadoras de opinión pública. “La importancia de pensar el racismo en las universidades es que éstas forman personas como ciudadanos y profesionales, que luego pueden ocupar posiciones de poder e influir en la vida social”, señaló Daniel Mato, director de la cátedra UNESCO Educación Superior y Pueblos Indígenas y Afrodescendientes en América Latina, espacio organizador del Foro Racismo y Educación Superior, celebrado en la Sede Rectorado Centro, en colaboración con otras 20 universidades latinoamericanas.
El evento, que contó con el apoyo del Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC) y de la Conferencia Regional sobre Educación Superior (CRES), fue realizado en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, establecido el 21 de marzo por la Asamblea General de las Naciones Unidas en homenaje a las 69 personas asesinadas por la policía sudafricana en Sharpeville, mientras se manifestaban pacíficamente contra las leyes del apartheid, en 1960.
Mato se refirió a ciertos casos de racismo abierto, como el de la docente kolla Olga Sulca a la que, al postularse para un cargo docente en una escuela secundaria de Tucumán, le dijeron en la cara que no podían dárselo por su color de piel. “Estos casos existen, pero también hay un racismo invisible, más difícil de detectar y de erradicar”, explicó, agregando que es el que impregna los mecanismos institucionales de la mayoría de los establecimientos educativos.
Para su par Anny Ocoró Loango (UNTREF), el problema con el racismo es que “muta constantemente” y que “ha sido históricamente negado en América Latina”. Para ella, “los lugares de generación de conocimiento se han presentado como neutrales cuando en realidad han traducido la expresión de sectores particulares y han eliminado la diversidad”.
Según Ocoró Loango, el racismo se manifiesta en estos ámbitos, entre otras cosas, por el silenciamiento del pensamiento negro africano, y por un recorte arbitrario en la historia de este pueblo “al que se naturaliza como esclavo, de escaso capital cultural e incapaz de producir conocimiento”.
La pedagoga Camila Machado de Lima (Universidad del Estado de Río de Janeiro) dijo que “el cuerpo de un joven negro asesinado no conmueve, pero cuando este cuerpo está en una universidad, sí”. Para la investigadora brasilera, los afrodescendientes y sus historias siguen invisibilizados en estos espacios, por eso habló de la necesidad de garantizar su presencia corporal y física con una ampliación del acceso, su presencia intelectual y teórica en los planes de estudio y su presencia como colectivo organizado para luchar contra el racismo.
Pueblos originarios y educación
Del foro también participó la médica wichí Libia Tujuayliya Zamora, la primera graduada en esta disciplina dentro de su comunidad. Nacida en el chaco salteño, en la triple frontera de Argentina, Paraguay y Bolivia, una de las zonas más castigadas por la pobreza, Tujuayliya Zamora relató su experiencia como estudiante universitaria. “La formación universitaria en los jóvenes indígenas es excepcional”, indicó, contando que en su caso solo pudo estudiar gracias a un sistema de becas de la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba.
“Si no hubiese sido por ese programa, muchos jóvenes indígenas no se hubiesen formado”, dijo, detallando que Cuba formó siete médicos qom y tres wichí. “Es algo que acá en el Estado argentino, con sus 200 años de historia, nunca se había dado, un estado que incumplió totalmente con un derecho tan básico como la educación de los jóvenes”, comentó.
Por su parte, el educador mapuche Luis Pincén (Lonko de la Comunidad Vicente Catrunao Pincén) expresó que “hablar de racismo es hablar de dolor, algo que nosotros sufrimos constantemente”, y llamó la atención sobre la captura y el uso de la identidad indígena. “Hay un indio folclórico, que está en las marchas y trabaja de eso, y después existen los hermanos que viven en sus comunidades que muchas veces no están representados en estos ámbitos, que no confían en la sociedad dominante e intentan preservar todo lo que pueden”, ejemplificó, suscitando el debate sobre la falta de pertinencia de las universidades en la educación de estos pueblos.
Proceso sistemático de eliminación de jóvenes negros en Brasil
A su vez, en el seminario La construcción de la raza y el racismo, la trama racista que atraviesa a las sociedades latinoamericanas fue el foco principal de la presentación de la profesora de la Universidad Rural de Río de Janeiro y militante del movimiento de mujeres negras en Brasil, Joselina da Silva, entre la cual reveló la existencia de un “consistente proceso de eliminación de los jóvenes negros” en su país. “No nos dejan nacer y los que nacen son muertos en la juventud”, dijo sobre una de las preocupaciones centrales que tiene hoy el movimiento del que forma parte. Como apuntó Da Silva, el feminismo negro se articula con la defensa de los niños y los jóvenes como una de las principales demandas “para que paren de matar a nuestros niños”.
Durante el seminario –que fue Organizado por la Red Interdisciplinaria de Estudios de Género y realizado en la Sede de Posgrados de la Universidad, en el Centro Cultural Borges–, la investigadora ofreció un panorama de la situación de las mujeres afrodescendientes en su país y aclaró que la eliminación de los niños y jóvenes negros en Brasil ocurren de dos maneras. Una es a través de la policía, que entra a las zonas pobres donde se concentra la población negra y asesina a sangre fría. La otra es más sutil, y consiste en convencer a las mujeres negras de no tener a sus hijos. “Hay un proceso de esterilización en masa que afecta a mujeres pobres que en su mayoría son negras”, explicó.
Además, Da Silva se refirió a los maltratos que reciben sus hermanas cuando acuden al sistema de salud. “No reciben el mismo trato ni las medicinas necesarias porque se entiende que son mujeres fuertes, y como son fuertes no es necesario que haya un gasto de parte del Estado”, remarcó. Otras reivindicaciones tienen que ver con el reconocimiento de derechos laborales y el poder acceder a una educación de calidad. “Los cupos en las universidades, que existen hace más de veinte años en Brasil, ahora están bajo peligro porque hay una política permanente de eliminación de los derechos de los pobres, los negros y los indígenas”, expresó.
Da Silva enfatizó que esta imagen que proyecta Brasil de una sociedad donde no hay racismo es una mentira, que se trata solo de un mito. “Brasil tiene hoy más de 50 % de la población negra, pero los negros están en la capas más bajas de la sociedad”, señaló.
De manera más general, la investigadora habló de los tipos de racismo que operan actualmente en los países de la región, indicando que son todos deudores de la época colonial. “Todas estas formas están basadas en ideas coloniales construidas bajo el paraguas de la ciencia del siglo XVIII y XIX”, dijo, ejemplificando con algunos casos como el del filósofo francés Arthur de Gobineau o su homólogo alemán Immanuel Kant, quienes establecieron un sistema de jerarquías entre las razas.
“De la mano de este racismo científico aparece el darwinismo social, la idea de que algunas razas son superiores y otras inferiores por su capacidad de adaptarse al entorno, algo que fue tomado por todos los gobiernos de América Latina”, afirmó. Según ella, el proyecto de los Estados Nacionales consiste en la eliminación de los pueblos que son considerados de baja calidad, inferiores, como los indígenas y afrodescendientes. Es así que durante el siglo XIX los gobernantes latinoamericanos promovieron la inmigración europea, “bajo la certeza de que la raza blanca iba a permitirle a nuestras sociedades un mejor desarrollo y una mayor inteligencia, y que el mestizaje iba a derivar en un blanqueamiento”.
La activista concluyó que hablar de racismo en el siglo XXI es importante pero que hay que tener en mente que se trata de un fenómeno que abarca muchos siglos. Si bien hay distintas formas en que se manifiesta actualmente, como por ejemplo el racismo institucional, racismo religioso, racismo ambiental o racismo estructural, dijo que el proceso de construcción es el mismo “porque se trata de colocar a las personas en determinados lugares”.