Sr. Rector, Sr. Vicerrector, Sr. Secretario Académico, profesoras, profesores, compañeras graduadas, compañeros graduados, familias, amigues.
Ante todo quiero pedir perdón por adelantado, porque la universidad me honró con la posibilidad de decir estas palabras en representación de quienes hoy nos graduamos. Sé que no todas las casas de estudio contemplan la necesidad de dar lugar a esta voz en este tipo de ceremonias. Pero, es indisimulable que mal podría yo adjudicarme la representación de este colectivo de personas porque sin duda tenemos ideas diferentes, diversidad de pensamientos. Sin embargo, quiero concentrarme en algo que indiscutiblemente tenemos en común, y es el tremendo privilegio de haber podido acceder a la universidad pública.
Parece paradójico hablar de privilegio cuando estamos hablando de un derecho, como es la educación. Sin embargo, uso esa palabra a propósito, porque (y acá cito al filósofo Eduardo Rinesi), en general cuando nos tenemos que poner a hablar de que tenemos un derecho, es porque de hecho no lo tenemos.
Nosotres, entonces, tuvimos de hecho este derecho, y no por milagro, sino por haber nacido en un lugar y una época donde este derecho estuvo garantizado. No siempre fue así. Por eso a mí me gusta ver a esta reunión que hoy nos junta, más que como un acto de colación de grado, como un acontecimiento de celebración de lo público.
En tiempos difíciles.
Me preguntaba mientras preparaba estas palabras, cuantas de las personas que hoy se gradúan junto conmigo, son primera generación de universitarixs en su familia. Cuántos y cuántas habrán cursado su carrera trabajando. Cuántos y cuántas migrantes habrá hoy presentes, que encontraron en esta Universidad, abiertas las puertas que en otros lugares (dentro y fuera del país) todavía permanecen cerradas. Y en general cuántas y cuántos venimos de barrios periféricos, suburbanos, populares u obreros.
Sospecho que somos bastantes, o la mayoría, quienes podemos reconocernos en al menos una de estas categorías.
¿Qué es esto de universidades por todos lados?, se preguntaba el actual Presidente de la Nación, durante su campaña 2015. ¿Qué es esto, no? ¿Cómo era este barrio, o el barrio de Sáenz Peña, antes de tener una Universidad? O antes de que esta universidad tuviera la magnitud que ahora tiene. Yo me acuerdo un poco, y seguramente quienes tienen más edad que yo lo recuerden todavía más. Un barrio con una oferta cultural escasa y repetida, con pocos (aunque resistentes) espacios para la cultura y el pensamiento alternativos; un barrio sin lugar para las personas jóvenes, para la innovación, para la disidencia.
¿Qué perspectivas teníamos las personas que habíamos nacido en este barrio de estudiar en la Universidad? ¿Cuántas personas nacidas en Tres de Febrero o en municipios cercanos, hubieran tenido que renunciar a la idea de estudiar, si no hubieran tenido una universidad cerca?
Y esto no es solamente una cuestión de comodidad, una cuestión de distancias. Una universidad pública en un barrio del conurbano es más que una universidad que nos queda cómoda, porque la ciudad queda relativamente cerca y sin duda podemos llegar y también estudiar en sus universidades públicas. Una universidad pública en un barrio del conurbano es más que eso. Es un texto que nos dice, a quienes pasamos por al lado: para vos también es. Para vos también es la educación superior de calidad, para vos que vivís en la periferia. No hace falta que te cueles en el sistema, no sos un polizonte en la universidad, el sistema educativo te contempla.
(Y acá, entre paréntesis, cabe sumar un anhelo, que seguramente sea compartido: ¿para cuándo una Sede Ciudadela, una sede Pablo Podestá, un Campus Loma Hermosa, etc,? las zonas más periféricas del partido de Tres de Febrero).
La educación pública de calidad es un derecho de todes. Y esto lo digo así como lo digo, con una intención política. Porque creo que la Universidad Pública es un lugar que, más que otros, debe estar abierta a cobijar los debates vigentes, y que no hay ningún lugar ni momento donde estos debates deban invisibilizarse. Creo que las universidades nacionales del conurbano son las que han demostrado ser más capaces de tener esta plasticidad. Porque los debates léxicos no son otra cosa que la lucha por visibilizar una desigualdad.
Este año la UNTREF creó un Comité interdisciplinario de violencia de género y un Protocolo de acción institucional para la prevención e intervención ante situaciones de violencia de género u orientación sexual. Esto que parece una disgresión no lo es. Esto es relevante, y es pertinente de mencionar, hoy, acá, en este acto de graduación. Porque así como no podemos olvidar que si hoy estamos graduándonos es porque existe una Universidad Pública (que está en peligro). Tampoco podemos olvidar que las mujeres que hoy nos estamos graduando, podemos hacerlo porque estamos vivas. Y entre nosotras hay y habrá siempre una ausente, que no quiero dejar de mencionar, que es Marisa Sotelo, como saben estudiante de Administración de Empresas de la UNTREF que en 2012 fue asesinada en su lugar de trabajo, víctima de femicidio. Por eso este también es un espacio para decir NI UNA MENOS, porque sin ni una menos no hay verdadera universidad para todes.
La universidad pública, entonces, es un espacio profundamente político (y yo celebro que en esta universidad lo político sea algo cada vez más visible). Esto lo digo con mucha convicción, porque básicamente la universidad pública ni siquiera existiría sin las personas y movimientos que, a lo largo de la historia, política e ideológicamente la instauraron, la restauraron, la defendieron, y la defienden, de quienes política e ideológicamente no quieren que la Universidad Pública exista.
Estos últimos tres años la Universidad y la educación pública en general, fueron el blanco de dos ataques complementarios por parte de quienes nos gobiernan: por un lado el desfinanciamiento, por otro lado el desprestigio y el menosprecio. El presupuesto 2019 volvió a reducir sensiblemente el porcentaje asignado a las universidades, lo que sumado a la inflación que todos y todas conocemos, supone, según datos de la CONADU, una caída real del 15,9% del presupuesto universitario en 2 años, y de casi el 20% para la partida destinada a salarios docentes. Esto se traduce en un freno a las investigaciones, abandono en infraestructura, menos producción de conocimientos, fuga de cerebros, discontinuidad de becas, de programas de extensión universitaria, etc. Sin financiamiento la Universidad Pública se cae, y esa es la manera moderna que tienen de derribarla.
Yo quiero confesar, al mismo tiempo, que a lo largo de estos años también me he enojado con la Universidad. Me enojé con las cátedras únicas, con la rigidez de los planes de estudio, con los sistemas tradicionales de evaluación y enseñanza, y cada vez que las formas fueron más importantes que el contenido.
Sin embargo, son las discrepancias las que nos permiten ver que podemos tener una Universidad cada vez mejor, porque la universidad pública es cogobernada, y es inquieta. Quiero decir que en nuestro paso por la Universidad sin dudas transformamos nuestras vidas: nos convertimos en profesionales, pero también, nos llenamos de amigos, alumbramos proyectos, enriquecimos nuestras ideas, se nos facilitaron quizás nuestros primeros empleos, o nos convertimos en militantes, o construimos nuestras familias, o encontramos el rumbo de nuestras convicciones. Pero además, nuestro paso por acá también transformó a la Universidad. Y esa es otra de las cosas que hoy celebramos: que somos parte, estudiantes, graduadxs, docentes, no docentes y autoridades, de las personas que día a día hacen que la UNTREF sea y siga siendo una universidad pública, gratuita, de acceso irrestricto, que abre puertas, recibe, y que abraza.
Muchas gracias.
Martina López Brazzola