Ciudad sónica.
Revelación mercantilista en el paisaje sonoro de la ciudad.
Son las 6 de la mañana en la Ciudad de México y afuera, sobre la calle de mi departamento, las lámparas de la luz pública aún encendidas y una fila de coches detenidos, comienza a dar un concierto muy bien orquestado. ¡Son los papás de los niños que van tarde a la escuela, a las 6 de la manaña! Se suma el repartidor de lácteos, los hombres y mujeres que se dirigen a su trabajo, el trailer que optó por la vía “alterna”, la ambulancia que tiene más prisa que todos los demás y el poli de la esquina que hace las veces de director de orquesta. Subo a la azotea de mi edificio y contemplo, bañado de luz matinal, un paisaje de concreto del que emanan gritos y chillidos de metal, de caucho y asfalto, motores quemando hidrocarburos, baterías de 12 volts alimentando cláxones y alarmas, millares de caballos de fuerza como ríos que inundan la ciudad.
Es la urbe y la manera en que se manifiesta viva. Pero yo me pregunto: ¿cuáles son sus razones originarias?, ¿por qué se configura de esta manera?, ¿por qué nos empeñamos en vivir así?
Lo cierto es que sigue siendo bien aceptado el contrato de la supuesta comodidad que ofreció y de manera delirante continúa ofreciendo el marketing de la modernidad.
Para la membrana timpánica: la movilidad
A 150 años del modelo urbanístico conservador de Haussman en París, observamos en la periferia del Distrito Federal, como en la gran mayoría de los centros urbanos alrededor del globo, enormes aglomeraciones de suburbios marginados carentes de asfalto, (material que enmarca la promesa y el sueño moderno) y peor aún de los servicios más básicos. Las políticas neoliberales promueven la desaparición de poblaciones rurales incrementando la migración hacia los centros urbanos –para el año 2000 ya la mitad de la población mundial vivía en ciudades. Sin embargo, año tras año podemos ver la construcción de grandes avenidas, viaductos, puentes, segundos pisos; en suma, gigantescas obras de ingeniería para desplazar cientos de miles de coches por minuto en la ciudad y al exterior de la misma. Por si fuera poco, estos circuitos de alta velocidad, son prácticamente vallados por espectaculares publicitarios que violentamente asaltan nuestras mentes.
El flujo mercantilista es la lógica de funcionamiento de la ciudad de hoy. “El consumo se ha convertido en un elemento central de la transformación de la geografía urbana”. Desplazar materia prima, productos, fuerza de trabajo y consumidor es la prioridad del modelo económico vigente; la optimización del movimiento, la rapidez del intercambio, la distribución. El diseño urbano apunta hacia la efectividad del sistema por encima del bienestar social. Grandes selvas de concreto expandiéndose vorazmente realizan este proyecto cada día. Si nos preguntamos sobre la función de la señalización vial, por ejemplo, encontraríamos que se ha convertido ésta en una estrategia más del mercado. Lejos de proveer información adecuada de orientación y protección contra los peligros de las máquinas motorizadas y la circulación en las vialidades, es común encontrar en la forma de señalización vial anuncios de este tipo: WALMART a ¼ de km.
Valdría la pena revisar El proyecto sobre la ciudad de Rem Koolhaas y la Harvard Design School que examina los efectos de la modernización sobre lo urbano. Particularmente la investigación sobre el impacto del shopping en la ciudad.
A mi modo de ver, es el motor de combustión interna, uno de los objetos más representativos del sistema mercantilista como fundamento del flujo o distribución capitalista y de la explotación de hidrocarburos como fuente energética dominante. A 100 años de su aparición, el automóvil es la forma material predominante de la movilidad basada en la ignición de combustibles fósiles. Su demanda creciente ha ido acompañando el desarrollo y la expansión de grandes centros urbanos. Su proliferación en las ciudades influye en la creación y recreación de la propia estructura urbana, redefiniendo la función social del espacio.
Un aspecto adyacente al impacto visual de los autos y la infraestructura asfáltica en la apreciación del paisaje urbano es la sonoridad. El nivel de ruido que produce una ciudad por el flujo vehicular es abrumador. Y mientras mayor crecimiento económico y nivel de productividad tiene una ciudad, la experiencia sonora se vuelve más compleja. En este sentido se puede decir que el modus vivendi de la población urbana, se revela también a través del ruido que produce. El sonido en movimiento, es otra manifestación de nuestra cultura consumista y depredadora.
La tecnología y el ruido: invasión espacial y mecanismos de control social.
El hábitat humano es producto de un sinnúmero de fuerzas en oposición. El sostenimiento de esta gran empresa avasalladora que es la ciudad, implica diversas clases de estrategias de control social, puestas en práctica y/o aprovechadas desde el poder, que están relacionadas con el uso de la tecnología y sus dimensiones sonoras en el espacio urbano. Sabemos de sobra que los medios de comunicación juegan un papel determinante en la manipulación de la opinión pública y del imaginario colectivo. Pues bien, aunque generalizadamente la televisión y ahora la Internet se disputan el dominio del espacio mediático, es interesante recordar la famosa transmisión realizada por Orson Wells en 1938 cuando dirigía un popular programa de radio. Wells hizo una adaptación de la famosa novela literaria La guerra de los mundos -de su casi homónimo H.G Wells- que fue transmitida con un realismo dramático. La novela narra la historia de una invasión extraterrestre, -de Marte- cuyo objetivo es destruir la civilización humana. Fue entonces, que la transmisión radiofónica –en tiempos en los que la televisión apenas prosperaba-, fue recibida con una reacción de pánico masivo en varias ciudades estadounidenses. El resultado, una disculpa pública de Wells y un notable experimento sobre los efectos de los mass media sobre la población como un mecanismo de control social y dominio del espacio público.