EL ESPACIO DEL SONIDO: UN ENFOQUE INTERDISCIPLINARIO SOBRE LA PROBLEMÁTICA DE LOS LENGUAJES ARTÍSTICOS
Por Sebastián N. Grillo y Alma Scolnik
Atendiendo al crecimiento y desarrollo que en las últimas décadas han merecido, en el campus de la producción simbólica, las creaciones interdisciplinarias, es dable postular que éstas exteriorizan no sólo una tendencia, sino que se cristalizan, además, en una problemática particular que el presente trabajo pretende indagar.
En el ámbito de las artes en general, la inter-disciplina ha sido en ocasiones punto de contacto de lenguajes específicos, integrándosela, por caso, al macro que ofrecen las disciplinas en particular, lo monádico y lo compartimentado, cuyo resultado no ha sido sino un denominador común de imposibilidad de generar un producto que no sea simplemente una superposición de lenguajes.
Lo multi-disciplinario per se no integra, y la dificultad está precisamente en esta definición: la distancia entre lenguajes desde el acto creativo, en la conformación misma de la obra, hace insalvable el hecho de que los caminos se encuentren al final del recorrido creativo, cuando éste ya es producto, obra.
La superposición, lo multi, no implica entonces necesariamente hacer interdisciplina. Dicho esto, podemos plantear que el problema fundamental radica en dos esferas íntimamente ligadas, i.e. esbozar una definición de qué es interdisciplina, y reformular además, cuál es su incidencia en el campo formativo como experiencia tangible y aporte concreto a la formación-capacitación del artista.
Siguiendo esta idea en un sentido más amplio, la discusión fundante es cuánto se ha hecho en torno a relacionar transversalmente los lenguajescampos: en concreto, a lo visual y lo sonoro. Las artes visuales, en todas sus líneas y especialidades, han tomado al espacio como eje central de los diferentes planteos sobre el uso de la imagen y del lenguaje. Asimismo, las artes escénicas, tienen al espacio también como uno de los elementos conformantes en sus producciones. Ahora bien, si en realidad la conocida categorización entre artes temporales y espaciales ya no es tal, y hoy los casilleros son puertas abiertas y los ejes de cada disciplina son columnas vertebrales de creación que crecen en múltiples direcciones, la primer dicotomía que aparece es la siguiente: no se nos ocurre cómo entender un espacio a-temporalmente, ni viceversa, más que como un vector físico-matemático.
Por caso, una comprensión espacial del lenguaje musical y del sonido en sí mismo que permita redimensionar conceptos como composición, ritmo o forma, sería en principio imprescindible en la formación del músico y es allí, justamente, donde los aportes de las distintas disciplinas comunicadas abrirían nuevas perspectivas a la creación y a las experiencias.
La comprensión de dicho carácter espacial, más precisamente de esas relaciones espaciales, es justamente aquello que establece los puntos de contacto entre lenguajes. La lectura de los espacios entre hace a la interdisciplina, al tiempo que tiende redes entre lenguajes y posibilita la transversalidad de los conceptos.
Si como artistas decimos: el espacio de tiempo de aquello que suena, o el tiempo en el que un espacio es recorrido, un poco más allá agregaríamos que el sonido no es sino consecuencia del movimiento de la materia, con lo cual el músico se dedica a ese movimiento, cuerpo e instrumento, y sólo produce sonido en consecuencia de esto. Por otro lado, la vista que transita los espacios que el artista determina, limita o conecta, describe un recorrido guiado necesariamente en el tiempo, en tanto que lectura de una obra visual.
Retomando la problemática de una formación artística genuinamente interdisciplinaria desde el lenguaje, se podría considerar que la inter-disciplina no es generalización sino especificidad. Pensar el espacio de una obra visual musicalmente, v. gr. como mapa-territorio de una acción, es entender una acción artística como consecuencia de un impulso vivencial en el que participan cuerpo, emociones e intelecto.
Cuando un artista inicia su acción, inicia también un camino genético, un recorrido de comunicación con la materia. La obra, entonces, será registro de su relación con dicho proceso temporal. Al trazar esta génesis, el espacio es limitado -quebrado, fragmentado- por el recorrido de una acción convertida en imagen. La huella-obra es desarrollada desde su núcleo como un fenómeno rítmico-emocional, córdico, donde las relaciones espaciales, los espacios en sí y los límites “entre” y “en”, hacen a esta conformación particular.