La muestra imágenes sudamericanas vincula, desde lo estético, la producción del arte precolombino originario del Noroeste Argentino, anterior a la llegada de los españoles, con la producción de tres artistas argentinos que se pueden ubicar como continuadores del universalismo constructivo de Joaquín Torres García.<br />
La historia de la cultura de la zona andina del Noroeste Argentino comprende unos diez mil años antes del presente y se conformó en los territorios andinos de las actuales provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, Tucumán, y San Juan.
Deberíamos preguntarnos de donde surgió el interés por la producción artística del Noroeste Argentino. El hito más importante en Europa fue la exposición Les Arts Ancienne de L’Amerique, que se realizó en el Louvre en 1928. Ella fue organizada por Alfred Métraux y Georges-Henri Rivière y estuvo dirigida a poner de relevancia el estadio de la civilización que habían adquirido los pueblos de América, por la sola evolución de sus facultades creadoras, antes de la llegada de los conquistadores.
El arte precolombino se ha transformado, en la consideración de los entendidos y de la crítica, por el creciente interés que se desatara sobre él a partir de la importancia que las vanguardias europeas de la mitad de siglo pasado le dieron al primitivismo. Por ejemplo, Henry Moore afirma que las piezas precolombinas “no tienen equivalentes en toda la historia de la escultura en piedra, por su fidelidad a la materia, su fabulosa potencia que no excluye la sensibilidad, su asombrosa fecundidad para la invención de la forma y su concepción absolutamente tridimensional.”
En esta muestra el arte precolombino viene a representar el inicio de un largo camino hacia la construcción de una estética argentina. Por un lado, las obras en piedra, tanto los suplicantes como los morteros o las máscaras apuntan a mostrar la especial relación del arte con el trabajo.
Por su parte, las cerámicas que integran la exposición traen al centro de la escena la discusión que planteara Rex González, acerca de los significados de las imágenes que se encuentran en ellas. Este debate, que pudiéramos titular como el de la existencia o no de una universalización del arte y la de una o varias hermenéuticas interpretativas, excede el objetivo de la muestra.
Los trabajos en metal se encuentran representados por el Disco de Fundición, proveniente de Santa María, que pertenece a la colección arqueológica de la Cancillería Argentina.
En esta muestra importa más el significado estético de la construcción artística precolombina que conduce, en un camino con muchos quiebres, a los artistas que vienen reivindicando para sí una concepción de las artes vistas desde el Sur, como quería Joaquín Torres García.
“He dicho Escuela del Sur; porque en realidad, nuestro norte es el Sur. No debe haber norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro norte.”
El constructivismo que propone Joaquín Torres García incluye apoderarse de los signos, revitalizarlos y darles vigencia en un mundo que vive de mitos encubiertos y que no puede recuperar para sí el arte que les es propio.<br />
¿Cuál fue el legado de Torres García a las artes de esta parte del Continente? Una manera particular de recuperar las formas desde una estética donde se expresan espacios, tonos y luces montevideanos. Pero también universales, porque expresan una síntesis de las corrientes del arte contemporáneo.
El taller de Torres García ha tenido importantes seguidores, formal y conceptualmente hablando aún después de haber cerrado sus puertas. En esta muestra seleccionamos tres de ellos:
Julián Agosta (1935-2007) fue un artista notable, sus esculturas, de muy buena factura técnica se nos imponen por lo enigmático de sus formas y la potencia latente de sus contenidos. Florencia Salas decía del constructivismo de Agosta: “sin negarse nunca a sí mismo adquiere formas cada vez menos rígidas. Crea un simbolismo personal, tan íntimo, tan complejo, que a fuerza de ser suyo es universal, porque al fin y al cabo a todos nos mueven las mismas fuerzas, el amor, el dolor, la vida, la muerte.” El Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero le había ofrecido la realización de una muestra, por el valor de su obra y porque no sólo fue habitante de este Partido, sino que su taller de la calle Guido Spano, en Villa Bosch, se transformó en un lugar de aprendizaje para estudiantes de la zona y de todo Buenos Aires.
Alberto Delmonte (1933-2005) fue uno de los más importantes artistas argentinos. Su obra es identificable siempre y en cualquier lugar. Ello se debe, en el decir de Alberto Bellucci, en el prólogo al catálogo de la muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes del año 2005 “a una doble pertenencia, por un lado, a la raza de los artistas –en el sentido de aceptar trabajar siempre con el “meollo” del arte, esto es, plano, línea y color, ajeno a toda figuración extraartística– y, por otro, a la raíz cultural precolombina.”
Adolfo Nigro (1942) es un artista que decidió no ser contemporáneo de sí mismo, sino de una época anterior, lo que surge de una primera lectura del primitivismo de su obra. Obra que reconoce la formación del artista cerca de Gurvich, discípulo de Torres García, pero también de la presencia del mundo precolombino y del arte popular. Dice Andrea Giunta: “como Gambartes o Grela, asume la temática de un lugar y desde allí articula su mensaje. Nos habla de las raíces y la memoria, de la permanencia de las formas, construye sobre el pasado propio –su vida junto al río– una mitología regional. Ajeno a las propuestas de modelos consagrados en los centros hegemónicos, Nigro inventa una manera de nombrar cosas, encuentra el discurso de nuestro entorno, avanza en el descubrimiento de América.”
Así están presentados todos los actores de la muestra, la pregunta que debemos contestar para cerrar este aporte es ¿por qué exhibirlos juntos? Porque estamos convencidos de que existen en las formas y en la construcción no solo una misma inspiración creadora, sino una manera única de comprender una realidad que universaliza el discurso estético. Ese discurso estético que permite hablar de una de las hermenéuticas de las artes plásticas en la Argentina.
OSCAR MORENO
Curador