Las trampas de la argumentación política
Tergiversaciones, falsos dilemas y apelaciones al pueblo y la fe son los elementos que componen la trama de las discusiones políticas hoy. ¿Cómo desmontarlos?
06-04-2018
En los medios de comunicación, en las universidades, en el Congreso y hasta en las sobremesas con familiares y amigos las discusiones políticas están a la orden del día pero, de acuerdo al análisis del investigador Ezequiel Spector, están llenas de lugares comunes, falacias y chicanas. “Mi concepción es deliberativa, entiendo a la política como un espacio de debate, donde se esgrimen argumentos y se confrontan propuestas”, aclaró el analista. Desde esta perspectiva, cuanta más calidad tenga la argumentación mejor será para el sistema democrático.
“Como ciudadanos, tenemos que estar atentos a estos engaños que hoy son moneda corriente”, dijo. Invitado por la Maestría en Análisis Político, Spector, que se desempeña como director de la carrera de Abogacía en la Universidad Torcuato Di Tella, desmontó las típicas artimañas utilizadas por políticos, periodistas y ciudadanos.
Según él, la más extendida es contra la persona, que consiste en descalificar al interlocutor por sus rasgos personales. Se enfatiza su pasado partidario, su situación legal o cualquier otra característica de su vida privada, desconociendo que la validez de los argumentos nada tiene que ver con los individuos. Dentro de esta falacia, es común remarcar el motivo que tiene el interlocutor para desautorizar lo que está diciendo.
“Decir que a uno le paga un medio para tener una actitud crítica contra el gobierno es persuasivo. Realmente creemos que hay gente que no tiene autoridad moral para hablar de economía o corrupción”, ilustró. Para Spector, hay también falacias que apelan a la fe. “Es muy común escuchar declaraciones como ‘yo lo banco, le creo o quiero creerle’, como si el dirigente político fuese una especie de ídolo. Los ciudadanos tenemos que controlar a los políticos, no rendirles pleitesía”, recomendó.
También se suele recurrir al pueblo, por ejemplo, cuando se discute una medida que recibió el apoyo de la mayoría, confundiendo legitimidad con contenido. “Una medida que fue acompañada por la voluntad popular puede tener aspectos muy cuestionables. Pensar que la gente no se equivoca no le hace bien a la democracia”, comentó el experto.
Sobre todo en tiempos de campaña, los dirigentes políticos caen en las falacias de Perogrullo. Decir que se quiere eliminar la pobreza y la inflación es una obviedad. Lo que no se dice son los medios que se van a emplear para cumplir estos objetivos, las políticas públicas que se van a adoptar. “Tenemos que llevar a los políticos al lugar de los datos y evitar que usen expresiones trilladas”, agregó.
Otra maniobra muy común es la del espantapájaros. Ocurre cuando se presenta una versión falsa del argumento que dio el interlocutor. “En un momento se discutió el tema de los sueldos de los legisladores. Hubo quienes sostenían que debían bajarse, pero entre los que opinaban lo contrario uno contestó que para que haya democracia tenía que haber legisladores, porque si no había que volver a la dictadura”, ejemplificó.
Para quienes defienden una concepción agonista de la democracia, con posiciones políticas irreconciliables y donde lo que cuenta es eliminar al enemigo, los falsos dilemas son la norma. En estos se presentan solo dos opciones como las únicas posibles, descartando las alternativas del medio. “Incluso los gobiernos durante su gestión pueden encontrar a un enemigo externo, pongamos una potencia extranjera o un organismo internacional, o a un enemigo interno, el gobierno anterior, los medios, las empresas”, graficó.