Los desafíos del envejecimiento del colectivo LGBTIQ+ en Buenos Aires
A pesar de la creación de espacios de contención impulsados desde el Estado y la sociedad civil, los integrantes del colectivo siguen sufriendo la discriminación y la falta de acceso a los cuidados y la medicación.
18-06-2019
La vejez en sí misma genera una situación de mucha fragilidad, pero si a eso se le suma formar parte de un colectivo que ha sido estigmatizado y discriminado durante tanto tiempo, la vulneración se potencia. “Si bien en este milenio comenzó una nueva etapa, un período en el cual se han legalizado derechos naturales, todavía falta un proceso de legitimación en la sociedad”, señaló Edgardo Corts, miembro fundador de la organización Mayores en la Diversidad y del Frente de Personas Mayores, durante el desayuno de trabajo Envejecer en la ciudad: Colectivo LGBTIQ+, organizado por el Centro de Estudios e Investigación en Políticas Sociales Urbanas (CEIPSU).
Durante el encuentro, investigadores, funcionarios y referentes de organizaciones discutieron las situaciones que afectan a esta población en la etapa de la vejez y los desafíos de las políticas públicas para ofrecerle una. El sociólogo Fernando Rada Schulze, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Argentina (FLACSO), apuntó que hasta los años noventa la Organización Mundial de Salud (OMS) consideraba a la homosexualidad como una enfermedad, planteando que las personas del colectivo “no pueden sacarse esa carga social de un día para el otro”.
“Hay un desfase muy grande entre la igualdad formal, jurídica y lo cotidiano”, coincidió la Dra. Flavia Massenzio, miembro del Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Federación Argentina LGBT. Massenzio reveló que la defensoría recibe, mensualmente, cerca de 200 reclamos y consultas por discriminación.
Muchos acordaron en que la soledad, la falta de cuidados, el no poder “salir del clóset” por no ser aceptados en su familia, y las dificultades en el acceso a la salud y los medicamentos son los principales problemas que afrontan, especialmente quienes son portadores de HIV.
La Dra. Mónica Roque, directora de la Asociación Latinoamericana de Gerontología Comunitaria, opinó que la jubilación mínima “apenas alcanza a cubrir la canasta básica”, y llamó la atención sobre lo costoso de la medicación y la alimentación de las personas mayores, que “requieren proteínas de alta absorción y rendimiento”.
“Es fundamental analizar las necesidades de cada grupo al interior del mismo colectivo”, aseguró por su parte Nahir Cardozo, promotora de salud y Derechos Humanos en Fundación Huésped y activista de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA). Según explicó, dentro del colectivo se considera que las más perjudicadas son las mujeres trans, cuya expectativa de vida oscila entre los 37 y los 40 años, muy distinta a la del resto de las mujeres que, en promedio, viven hasta los 80. “Son muy pocas las que tienen un trabajo formal”, agregó, indicando que algunas logran insertarse a través de las organizaciones pero que “la demanda es muy alta y se necesitan más puestos de trabajo”.
Las políticas y los desafíos
Sin embargo, en lo cotidiano, las personas mayores del colectivo encuentran algunos espacios que apuntan a mejorar su calidad de vida. David Cohen, director general de Convivencia en la Diversidad de la Subsecretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural del Gobierno de la Ciudad, se refirió al Programa Transvivir, lanzado en abril de 2017 como un proyecto conjunto entre el Hospital Ramos Mejía y ATTTA para brindar ayuda, asistencia y soporte a las mujeres trans internadas.
Ese mismo año, el gobierno porteño creó la Casa Trans, un espacio de contención, sociabilidad y protección de los derechos orientado a la población trans, y en 2019, junto a la ONG Puertas Abiertas, la Casa del Orgullo, el primer centro integral LGBTIQ+ de la ciudad en el que se brindan talleres, cursos y actividades para promover la integración y el intercambio de saberes y experiencias.
Desde hace 20 años, la ciudad de Buenos Aires cuenta con el centro de jubilados y pensionados lésbico-gay Puertas Abiertas, el primero creado en Latinoamérica. “Lamentablemente sigue siendo el único”, remarcó su cofundadora y presidenta Graciela Palestra. “Las personas mayores estuvieron 70 años en silencio, sin poder hablar de quiénes son y qué les pasa. Estas iniciativas tienen que poder replicarse, marcan una diferencia enorme para esta población”, añadió Palestra.
Bárbara Bignone, coordinadora del Área de Capacitación Integral para Personas Mayores del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, comentó que “la sexualidad para las personas mayores es tabú y la sexualidad en la vejez es tabú para el resto de la sociedad”, y que para revertir eso vienen realizando talleres sobre la temática en varios centros de jubilados.
Christian Arias, investigador del CEIPSU, evaluó que entre los desafíos más importantes están el de impulsar más centros de jubilados mixtos y con perspectiva LGBTIQ+, propiciar la restitución de lazos y redes entre los propios mayores para mitigar la soledad, promover la gestión asociada entre ONGs y Estado y construir una canasta básica específica para personas de la tercera edad, que, de acuerdo a datos de 2017, representa el 21 % de la población de CABA.
“Tenemos que proponer más políticas de inclusión para las mujeres trans, sobre todo para la inclusión laboral y la seguridad social, apuntando a ampliar sus expectativas de vida y su proyección en la vejez”, continuó Arias. Su colega Ricardo Iacub, de la Universidad de Buenos Aires, propuso avanzar con un modelo de cuidados que se está implementando en España, consistente en incorporar a cuidadores del mismo colectivo.
Más allá de la heterogeneidad que caracteriza a este universo de personas, los participantes enfatizaron la importancia de vivir en una comunidad integrada, luchando por el bienestar y la libertad sexual de todos.