El cooperativismo halla terreno fértil en el escenario postpandemia
Los investigadores del Centro de Estudios de la Economía Social analizan la crisis económica alrededor del coronavirus y aseguran que habilita nuevas posibilidades para las organizaciones productivas y comerciales de base solidaria.
26-06-2020
Los impactos económicos que está generando la pandemia de covid-19 es tema recurrente entre todos, pero mientras gran parte de los debates se enfocan en cómo se hará para volver a la anterior “normalidad”, los investigadores del Centro de Estudios de la Economía Social (CEES) de la UNTREF aseguran que esta crisis representa una oportunidad para apuntalar el crecimiento de las organizaciones productivas y comerciales de base solidaria. Sin embargo, advierten, para eso habrá que dar una batalla cultural que no será fácil.
Gustavo Sosa, investigador del CEES, señaló que en Argentina estamos acostumbrados a asociar las crisis económicas con la aparición de cooperativas. “El 2001 fue uno de los fenómenos más significativos que se dio en ese sentido, y este escenario que se está cocinando parecería no ser muy diferente”, observó, señalando que tenemos una caída en los últimos años de los puestos de trabajo, con una política productiva a la baja, en el marco de una discusión para resolver la cuestión de la deuda.
“No cabe duda de que vamos a asistir a procesos de recuperación de empresas”, opinó, agregando que también hay algunos aspectos de la economía social que se están revalorizando en el contexto actual, como el rol social del trabajo, las experiencias de comercio justo y la vinculación directa entre productores y consumidores.
Sin embargo, en su análisis, para que la experiencia cooperativa pueda sostenerse en el tiempo es necesario que se dé una resignificación del sector. “El problema de las cooperativas en Argentina es que se las ve como una suerte de ambulancia que va recogiendo los heridos que el sistema deja afuera. Tenemos que pensarlas más allá del asistencialismo, tomándolas como actores productivos y del mundo del trabajo en su mayor amplitud”, continuó.
Según informó, en nuestro país existen cerca de 10.000 cooperativas con objetos sociales diversos, entre ellas agropecuarias, de consumo, crédito, seguros, servicios públicos y vivienda, y dentro de ese universo, aproximadamente el 70% son de trabajo, es decir aquellas específicamente creadas para proporcionar empleo a sus socios. Se estima que hay de 200.000 a 300.00 trabajadores cooperativizados en Argentina.
Sosa indicó que se trata de una etapa crucial para encauzar los reclamos históricos del sector. “Creo que llegó un momento de maduración para poder reconocer el trabajo autogestionado y darle un estatuto correspondiente. Las cooperativas tienen que ser convocadas para discutir el escenario postpandemia junto las cámaras empresarias y los actores del sector gremial. Es tiempo de darles participación en los espacios de coconstrucción de políticas públicas”, evaluó.
El turismo como campo de disputa
Entre las líneas de investigación que se encuentra desarrollando el CEES hay una particularmente enfocada en el turismo, uno de los sectores más pujantes de la economía nacional que ha sido especialmente afectado por la crisis.
De acuerdo al investigador del centro de la UNTREF, Rodrigo Fernández Miranda, antes del brote de coronavirus el turismo en Argentina representaba el 10% del PBI y generaba alrededor de un millón de puestos de trabajo formales, al margen del empleo informal que es mayoritario dentro de la industria. El país recibía cerca de siete millones de visitas internacionales. Era también una práctica social muy arraigada en nuestra cultura, ya que se estima que el 50% de los argentinos viajaba y que 9 de cada 10 lo hacía por el interior del país.
“El turismo tiene una imagen de la industria sin chimeneas, muy vinculada a la felicidad, el ocio y el descanso, y sin embargo es altísimamente contaminante y precarizadora”, remarcó. De acuerdo a él, en los próximos dos años la industria sufrirá cambios inevitables, y en ese lapso el campo de la economía social y solidaria puede aportar soluciones.
En primer lugar, Rodríguez Miranda explicó que habrá un decrecimiento del sector, y que se espera una caída del 25% en su facturación. “Esto supone el cierre de empresas, de organizaciones, miles de trabajadores desocupados, y comunidades que tienen que cambiar su matriz productiva, comunidades con más exclusión, más desempleo, migración de jóvenes”, describió.
Ante ese panorama, puede haber dos escenarios posibles. “Uno es que las empresas quebradas sean compradas por empresas más grandes y se cree una oferta más concentrada; y el otro, que nosotros reivindicamos, es que los trabajadores potencialmente despedidos se organicen y tomen los medios de producción”, ponderó.
Otra de las transformaciones que subrayó es que el turismo se va a realizar con distanciamiento social. “En los destinos ya no va a haber grandes concentraciones de turistas, algo que antagoniza con la masificación del turismo actual. Esto del distanciamiento también nos permite una mayor visibilidad y permeabilidad de discursos y prácticas que tienen que ver con la sostenibilidad”, comentó.
El tercer cambio es que el turismo se va a ejercer en distancias cortas. “El turismo de proximidad pega en la línea de flotación del turismo globalizado que cultiva la velocidad y la distancia, y nos permite revalorizar entornos y culturas locales, dándoles una posibilidad, a priori, a las cooperativas y al turismo rural, de base comunitaria”, agregó.
Para el experto, los cambios serán temporales y habrá que aprovechar ese espacio para dar la pelea. “Si no damos esa disputa lo que va a pasar es que vamos a volver a la anterior normalidad, a un modelo de turismo que es mayoritariamente excluyente, precarizador e insostenible. Las prácticas transformadoras que proponemos tienen que ver básicamente con la primacía del ser humano sobre el capital, la democracia económica y un modelo de convivencia organizado a partir de relaciones de cooperación y no de competencia. La propuesta del campo social y solidario es mucho más que económica, también es profundamente cultural y política”, reflexionó.
Por otro lado, su colega Verónica Dziencielsky indicó que la lucha en el sector del turismo cobra especial relevancia en el ámbito del Estado. “El discurso del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación se centra en cómo hacer para que las empresas se puedan sostener en este tiempo de parálisis, para después volver a hacer lo que hacían siempre. Lo que cuestionamos no es tanto la perspectiva de las empresas, que es normal que se organicen con el objetivo de obtener lucro, el cuestionamiento es más hacia el Estado al no pensar una estrategia para promover un turismo generador de trabajo digno y que reduzca los impactos ambientales”, se explayó.
En ese sentido, Dziencielsky destacó el rol de contrapeso del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, que sí da lugar a las expresiones del turismo alternativo que incluye a las cooperativas, mutuales, asociaciones civiles y colectivos no formalizados de base comunitaria, como las organizaciones indígenas y campesinas.
“Lo que defendemos desde el CEES es un turismo organizado por los trabajadores y las comunidades locales, que defienda el trabajo con derechos y preserve la biodiversidad y las tradiciones”, concluyó la investigadora.