Transformar el terror y el dolor
El 24 de marzo es el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, una fecha en la que el país recuerda su época más oscura para que no se vuelva a repetir Nunca Más.
20-03-2019
“No puedo, ni quiero, ni debo renunciar a un sentimiento básico:
la indignación ante el atropello, la cobardía y el asesinato”.
(Rodolfo Walsh, prólogo a la primera edición de
Operación Masacre, julio de 1957.)
El llamado Proceso de Reorganización Nacional ocurrió entre 1976 y 1983 e instaló una política del terror por parte del gobierno militar que tomó el poder por la fuerza. Mucha tinta se cargó al respecto y existen opiniones encontradas acerca de los diferentes aspectos de la dictadura más cruenta de la historia del país. Sin embargo, a 43 años del Golpe, hay un acuerdo firme entre todos los ciudadanos: la democracia.
Resignificar el pasado
Una de las herramientas más poderosas que tiene la sociedad es tomar consciencia de lo que pasó. “La memoria la tomo como un ejercicio”, analizó Gabriela Golder, docente de la Maestría en Tecnología y Estética de las Artes Electrónicas y directora de la Bienal de la Imagen en Movimiento. En abril de 2018, Golder realizó una muestra junto a veinticuatro artistas argentinos cuyas obras funcionan como disparadores sobre los sucesos de la última dictadura. “La memoria es un hacer y pensar continuos. En este sentido, no tiene que ver con recordar un pasado aislado; recordamos algo pensándolo en relación con el presente y en articulación con el futuro”, concluyó.
Daniel Feierstein, director de Centro de Estudios sobre Genocidio (CEG) y autor de Los dos demonios (recargados) también destaca la importancia de la revisión de la historia y advierte que la sociedad tiene que estar en un estado de alerta para que las representaciones argentinas no vayan para atrás. “La forma en que concebimos el pasado, determina el modo en el que podemos pensar el presente”, resumió.
De esta manera, el “pasado” no es un elemento aislado, sino una herramienta a trabajar para poder reparar lo que se rompió. Por eso, Ludmila Schneider, investigadora del Centro de Estudios sobre Genocidio destacó que es fundamental que nos podamos reconocer en aquello que ocurrió. “Yo soy hija de la democracia, pero el genocidio también me pasó a mí, de alguna forma. La sociedad en la que nací y en la que seguimos viviendo es una sociedad post genocida”, analizó y observó que situar la reparación en el conjunto social es elemental para poder darnos a la reconstrucción de los lazos que rompió la dictadura. “Las marcas del genocidio y las de la resistencia a la impunidad nos configuran identitariamente", agregó Feierstein.
Cuando terminó la dictadura una de las mayores incertidumbres fue qué pasaría a partir de entonces. Eduardo Jozami, director del Centro de Estudios de Memoria e Historia del Tiempo Presente, comparó el gobierno de Raúl Alfonsín con los procesos post dictatoriales en el resto de Latinoamérica. Por ejemplo, en Chile, Augusto Pinochet, continuó en el gobierno luego del golpe. “Podemos estar orgullosos de este proceso de memoria, es un patrimonio de toda la sociedad. Cuando salí de la cárcel en el 83, no parecía tan fácil lograr esto”, expresó Jozami.
En relación a las responsabilidades del pasado, una de las principales tareas que ocurrieron desde la vuelta de la democracia fueron los juicios por los delitos de lesa humanidad. “En cada juicio que se abre, aparecen nuevos compañeros víctimas que, por primera vez, se está sabiendo con nombre y apellido que estuvieron detenidos. Esto da una idea de que tenemos todavía mucho por hacer”, destacó Schneider.
El presente como reparación
Recordar el pasado y sanar en el presente. Estela de Carlotto, presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, reflexionó acerca de la lucha de la organización en el acto de cierre del Curso de Genética y Derechos Humanos de la UNTREF en 2017: “Ninguna de nosotras ha tenido manifestaciones de rencor o revancha, porque lo que nos une en nuestra búsqueda es una conciencia de amor”.
De Carlotto contó que la recuperación de los nietos es uno de los objetivos más importantes de las Abuelas de Plaza de Mayo: “Cada nieto que encontramos es una reparación social”. De la misma manera se refirió a su reencuentro con Ignacio Montoya Carlotto (nieto nº 144) y declaró que ella tiene siempre “el rol de abuela” y les deja los temas serios a los tíos. “Lo mío es quererlo. Yo a él es como si lo conociera de toda la vida”.
Finalmente, Schneider señaló que aunque existan diversos actores involucrados, la obligación de reparar es del Estado: “Un Estado que no se da a la tarea de reparación está contribuyendo a la realización simbólica del genocidio, está perpetrando los daños producidos por él al tiempo presente”. En este sentido, Eduardo Jozami explicó que es muy importante la ampliación del proceso de memoria y destacó: “Podemos ser optimistas con respecto al acuerdo general de repudio a lo que pasó, pero no es bueno decir que la causa está ganada, todos los días hay que seguir trabajando para afirmarlo”.
Transformar el terror y el dolor en memoria. Reivindicar la verdad y la justicia. Solucionar las diferencias mediante el ejercicio de la democracia. Respetar la voluntad popular. Todo esto tiene ayer, hoy y mañana un denominador común: ¡Nunca Más!