Menchu Gutiérrez: “Los silencios son la antesala del proceso creativo”

Para la autora madrileña, el proceso creativo no tiene reglas fijas, depende de cada artista y de cada obra, pero lo que sí hay es un primer paso: crear espacios de silencio.

10-04-2018

Para María Negroni, directora de la Maestría en Escritura Creativa de la UNTREF, Menchu Gutiérrez es una voz singularisíma dentro de la narrativa contemporánea. Aunque en Argentina todavía no se la conoce demasiado, la escritora madrileña ha publicado una gran cantidad de novelas, poemas y ensayos que, según Negroni, se dirigen a un lector capaz de “avenirse a lo conjetural, que acepte las turbulencias, las trabas y la falta de linealidad del relato”. 

La autora se presentará mañana en la Serie de Lecturas FROST, un evento organizado por la Maestría en Escritura Creativa que tiene como objetivo crear un espacio de diálogo con escritores contemporáneos internacionales y acercarnos a sus procesos creativos.

¿Cómo es tu proceso creativo como artista?

No hay una regla fija: hay algo que te conmueve. Puede ser una lectura, un encuentro, algo que pone en marcha el deseo de escribir. Eso te asalta y no se puede anticipar. Luego, para escribir, creo que lo importante es saber crear un silencio, que es necesario para que todo eso se ponga en marcha. No hay una hora del día o una forma, eso se busca. En mi caso es una cuestión de absoluta necesidad, la escritura de supervivencia vital. Tengo que adaptarme a lo que tengo, que ha sido muy cambiante a lo largo del tiempo y entonces lo más importante es eso, saber crear un espacio para la escritura. Creo que el espacio se crea y que es lo primero que hay que crear”

El silencio: ¿cómo es? ¿cómo lo creás?

Eso es muy difícil de transmitir. En la charla que voy a dar en la UNTREF voy a hablar precisamente de esos silencios que son antesala del proceso creativo, pero, ¿cómo se crean? Podemos hablar hasta de ejercicios espirituales si quieres, pero no hay realmente una fórmula para eso. La cuestión es conseguir la concentración, que podrían incluso ser sinónimos en este caso (silencio y concentración). La cuestión es crear una especie de estado umbral, podríamos decir, en el cual un yo desaparece en favor de algo que aparece por el contrario, y que tienes que seguir. Es una cuestión de aparición y desaparición, es un poco complejo, pero está hecho de eso. De alguna manera tu llevas las riendas, pero, utilizando la metáfora del caballo: tú deberías llevar las del caballo pero dejar al mismo tiempo al caballo que vaya donde quiera ir. Parece algo un poco paradójico quizás, pero es algo así, una mezcla de control y abandono. Ahí estaría para mí, el acto creativo.

Mañana también hablaré de algunos acontecimientos que han tenido como secuencia la escritura de un libro, pues, puedo poner un ejemplo. Hay un libro que escribí que se titula El ojo de Newton que nació cuando estaba traduciendo una biografía de Newton y conocí una historia que me resultó espeluznante. Era sobre cómo Newton manipuló sus propios ojos para escribir sobre los estudios de óptica. Sometía sus ojos a distintas torturas, los usó para sus investigaciones y naturalmente estuvo a punto de perder la vista. Entonces, finalmente, cuando se dio cuenta que iba a quedarse ciego si continuaba en esta línea, decidió utilizar uno solo, pensando: “bueno, ciego no me puedo quedar, pero si pierdo solo uno, ¿qué tal?”. Ese ojo, yo decidí tomarlo como protagonista de un libro en el que hablaba con mis ojos heredados, así los llamaba, los de todos los días, los cotidianos, y luego con el ojo de Newton, con el que yo veía otras cosas. Era el ojo de la imaginación, el ojo del vuelo.

Creo que el caso nos explica un poco ese punto de partida, cómo hay algo que te conmueve profundamente y que pone en marcha la escritura de un libro. 

¿Cuánto hay de influencia del entorno para un autor, para un artista? Teniendo en cuenta que has vivido durante 20 años en un faro, ¿cuánto hay de paisaje y cuánto ese paisaje influye a la hora de escribir?

Yo estoy más interesada en las realidades invisibles que en las visibles, que en nuestro entorno, en lo que nos rodea de manera inmediata. Creo que hay escritores que necesitan de la inmediatez para escribir, que encuentran ahí su impulso creativo y hay otros, que por el contrario, debemos alejarnos para  encontrar la inspiración. Es al revés, lo que nos rodea es casi un estorbo. Naturalmente lo que te rodea, lo quieras o no, ejerce una influencia sobre ti, eso es inevitable, no lo digo de manera negativa, no es que yo esté huyendo de nada. Pero si es cierto que cuanto más abstracto es el paisaje de un libro, cuanto más difuminado es, para mi es más interesante”

Por ejemplo yo, que acabo de llegar a esta ciudad maravillosa de Buenos Aires, no escribiría un libro sobre Buenos Aires, nunca sería reconocible. Mi deseo sería escribir sobre una ciudad, que podría ser Buenos Aires, podría ser Madrid, París, o Tombuctú. O sea, una ciudad que las representara a todas, una ciudad más universal. Igual que casi nunca escribo sobre un yo o un sujeto que es un yo, si no que me diluyo para intentar alcanzar un sujeto más universal. Esta es un poco la idea. Aunque naturalmente, todo te está condicionando la mirada, lo que te rodea, es imposible que si en este caso, me mantuviera en la Ciudad de Buenos Aires, acabaría apareciendo, pero lo haría no de una forma concreta, intentaría ir a algo esencial, estoy mirando por la ventana ahora mismo mientras hablo con vosotros, y estoy viendo una esquina, pues, esa esquina podría ser mil esquinas. Mi deseo sería que sería que fuera la esquina, la única esquina”.

En un tiempo donde estamos acelerados, hablas de ser asaltado o asaltada por emociones, de tener la capacidad de conmoverse. En tu caso, ¿entrenás de alguna forma esa sensibilidad? ¿Es algo innato? 

Creo que soy una persona muy reflexiva y concentrada por naturaleza. Es una tendencia natural, pero no soy inmune a esta aceleración, y creo que nadie lo es, ni el Dalai Lama. Los medios con su comunicación incesante, nos afectan a todos, y desde luego la consecuencia inmediata y más grave es la pérdida de concentración, la dificultad que tenemos todos para concentrarnos, para vivir en el presente, para no irnos de un lado para el otro. Entonces, desde luego, nadie es inmune y es consustancial al género humano que te afecte de esta manera la tecnología. Por eso desde hace tiempo tengo que hacer una especie de ejercicio para que no me suceda esto, para no perder mi concentración. Tengo que acotar el espacio, acotar el tiempo de la escritura y debo hacer unos ejercicios casi espirituales para que esto no me afecte de forma dramática. Pero es muy difícil, creo que nadie es inmune a esto y a la aceleración, como decís. Ya Nietzche se quejaba de esto el siglo pasado, las voces de alarma son constantes, pero verdaderamente estamos llegando al frenesí de la velocidad y ahí estamos, con todas las interrogantes que eso plantea.