El bioarte indaga cómo se está redefiniendo lo vivo

El profesor español Daniel López del Rincón brindó un seminario dedicado a este movimiento artístico y habló de sus alcances políticos, el peso que tiene en Argentina y su lugar en el arte contemporáneo.

08-05-2019

“El bioarte trabaja con lo vivo, pero lo que se pregunta, en el fondo, es cómo lo vivo se está redefiniendo desde técnicas como la ingeniería genética y la transgénesis”, reflexionó el historiador del arte de la Universidad de Barcelona, Daniel López del Rincón, en el marco de un seminario ofrecido como parte de la Maestría en Tecnología y Estética de las Artes Electrónicas de la UNTREF. 

Bajo el título El arte en la era de la biotecnología, el curso abordó aspectos como la dimensión crítica de esta corriente artística, sus principales tendencias y cómo ha ido evolucionando a lo largo de la historia. “Los bioartistas trabajan desde la conciencia de que la naturaleza es algo fabricado y artificial, y lo que buscan es algo muy propio del arte: hacer visible lo invisible”, aseguró el investigador español, señalando que en esta época marcada por la biotecnología “ya no quedan parcelas de la naturaleza que sean naturales”.

Durante el seminario, pautado en tres encuentros y realizado en la Sede de Posgrados Centro Cultural Borges, el especialista se refirió al bioarte como un tridente, “un arma que puede pinchar la realidad de tres maneras”. Ante un grupo de más de 20 alumnos de Argentina, Chile, México, Ecuador y Colombia habló de cada uno de estos modos de intervención, comenzando con la tendencia biotemática, que reúne a los artistas que toman como tema a la biología y trabajan con medios tradicionales. 

Para ilustrar, mostró la pintura The Farm (2000), de Alexis Rockman, en la que se ve un campo de monocultivo con un cerdo preparado para entregar sus órganos a los humanos y un pollo de tres alas diseñado para las cadenas de comida rápida. Luego describió la tendencia biomedial, donde la biología no solo es un tema sino que se convierte en el medio por excelencia. En ella se engloban las obras vivas, confeccionadas a partir de la ingeniería genética y biomateriales como plantas, células, tejidos y microorganismos. 

Como parte de esta línea, citó la exposición Edward Steichen’s Delphiniums, que Edward Steichen realizó en 1936 en el MOMA de Nueva York con plantas modificadas genéticamente. “La pregunta es si cuestionar los imaginarios es suficiente para transformar la realidad”, apuntó el docente, y ahondó en una tercera tendencia conocida como bioactivista. “Se coloca como centro de la práctica artística la crítica a lo biotecnológico”, explicó, y puso como ejemplo al colectivo Critical Art Ensemble (CAE). 

Modificaciones genéticas en los alimentos

“Los artistas de CAE plantean que la ciencia es una forma de mística, y de hecho lo que está pasando con la biotecnología se parece bastante a lo que se supone que hacía Dios con la naturaleza”, graficó. López del Rincón afirmó que este colectivo artístico busca “sabotear las herramientas científicas para ponerlas al servicio de los ciudadanos” y comentó detalles de su proyecto Free Range Grain. “Crearon un laboratorio portátil que llevaron por distintos lugares de Europa, invitando a la gente a que trajera alimentos para analizarlos, de donde se revelaron porcentajes de modificación genética que no estaban especificados en las etiquetas”, contó. 

Además, el profesor de la Universidad de Barcelona dijo que aunque el bioarte tenga antecedentes de casi un siglo, el término aparece en torno a 2003 “cuando empiezan a ocurrir otras cosas que nos permiten hablar de un movimiento”. A partir de ahí es que gana presencia en los festivales, se hacen muestras especiales, se publican libros y revistas sobre el tema y aparecen varias producciones académicas. 

“Este interés público surge al final de una década, la de los noventa, en la que lo que pasó fue que se secuenció el genoma humano”, dijo sobre el contexto en el que el bioarte cobró un protagonismo sin precedentes. En relación al arte contemporáneo, el experto dijo que paradójicamente el bioarte ocupa un lugar aparte y que si bien algunas de sus obras se exhiben en los museos, su variante más fértil es la que busca acercarse a la sociedad. “Los museos no están preparados para la vida”, opinó, y apuntó que cada vez en más ciudades del mundo se ven bioartistas que tratan de generar experiencias. 

“Creo que mucha gente puede hacer un taller de bioarte, pero lo más importante es que están empoderándose, están aprendiendo a hacer ciencia ciudadana, lo que se llama biología de garaje o de cocina”, enfatizó. Sobre Argentina dijo que le llama la atención la cantidad de gente que se dedica y estudia esta disciplina y, tratando de buscarle una explicación, valorizó el camino abierto por artistas locales como Luis Benedit y Víctor Grippo a la vez que aventuró una hipótesis: “Una de las cosas que caracteriza a este país es la soja transgénica, que tiene una dimensión ecosistémica muy compleja, porque estamos hablando de una ecología ambiental, pero también de mercado, capitalista, ideológica”, expresó, sugiriendo que eso habilita un montón de perspectivas críticas. 

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