• Presentación

    La elección de Joaquín Torres García supone, para el proyecto del MUNTREF, proseguir el camino de la curaduría de investigación. Con esta muestra buscamos ampliar las oportunidades para ingresar en el mundo del arte moderno a partir de un repertorio significativo de obras. Por ello hemos realizado exposiciones como las de Berni o Picasso, entre otras tantas, desde 2002, cuando comenzamos nuestra labor. Avanzamos ahora con un artista clave para la historia del arte moderno, que marcó un punto de inflexión en el debate sobre la abstracción y el lugar de las artes en el universo cultural de la primera mitad del siglo XX. La relación entre arte y vida planteada por JTG enriquece nuestro lema de “arte para todos”. Es en el encuentro con la obra del creador de un proyecto estético de gran incidencia en la escena artística internacional, y de particular productividad para el ámbito rioplatense, donde la propuesta cultural de la UNTREF alcanza un nuevo hito dentro de sus metas, tanto académicas como de extensión, acrecentando con él la necesaria relación y sinergia entre la universidad pública y la sociedad. En el marco del proyecto expositivo Torres García: Utopía y Tradición, Gabriel Peluffo Linari realiza un recorrido generativo que muestra el desarrollo del proyecto del maestro del universalismo constructivo y Laura Malosetti Costa aporta su visión sobre el legado de Torres. Para ello, contamos una vez más con la colaboración de importantes colecciones públicas y privadas de la Argentina y del Uruguay. Finalmente, este proyecto tuvo entre sus motivaciones la de realizar un homenaje a quien fuera colaborador del área de arte y cultura de nuestra universidad, el coleccionista y estudioso de la historia del arte Mario Gradowczyk, a quien dedicamos esta muestra. ANÍBAL Y. JOZAMI Rector de la UNTREF / Director del MUNTREF  
  • La ciudad y los signos

    LA CIUDAD Y LOS SIGNOS propone un itinerario a través de la obra de Joaquín Torres García buscando explorar las relaciones que este artista construye entre su vivencia de la ciudad moderna como espectáculo y su fidelidad a una tradición milenaria de los símbolos que considera de algún modo vigentes en la modernidad. Es, precisamente, la forma como hace converger en su obra aquella vivencia de la ciudad con este sentido de la tradición, lo que le conduce al “hallazgo” de un lenguaje constructivo propio que, si bien se propone una síntesis de ciertos tópicos de las vanguardias europeas de principios del siglo XX, se aparta de ellas en la formulación de un pensamiento de atisbo metafísico y de un arte asumido como práctica colectiva y religiosa tributaria de una unidad cósmica universal.
    En esta exposición puede seguirse el recorrido de las investigaciones de Torres-García en la pintura, el dibujo y la escultórica urbana, desde el momento que se hace cargo de las potencialidades individuales frente al desafío de la vida y la ciudad modernas (“El descubrimiento de sí mismo”, 1917), hasta la consolidación doctrinaria de lo que denominó Arte Constructivo (1930-1949), un modo de producción simbólica que partiendo de ciertas condiciones de espacio y de tiempo contemporáneas, pretendió volver a encontrarse con el saber oculto de las grandes tradiciones culturales de la humanidad. En ese proceso, la ciudad como laboratorio del sentido ocupó el lugar central de su experiencia estética y de su elaboración conceptual.

    GABRIEL PELUFFO LINARI
    Curador

  • Norte en el sur. El legado de Joaquín Torres García

    La actividad de Joaquín Torres García en Montevideo, desde 1934, tuvo un ritmo febril: dictado de conferencias, organización de agrupaciones y talleres, exposiciones, redacción de manifiestos, libros, publicaciones en la prensa, difusión radiofónica, además de una vasta producción artística en estrecha colaboración con sus alumnos. Desde el mismo año de su llegada dio clases en la universidad e instaló un taller abierto en su casa; en 1935 formó la Asociación de Arte Constructivo y en 1942 el Taller Torres García, que lo sobrevivió hasta los primeros años ‘60. Un aspecto fundamental de las actividades de estas asociaciones fue la realización de obras monumentales colectivas como el Monumento Cósmico (1937-8) en el parque Rodó y el vasto ciclo de murales para el pabellón Martirené del Hospital Saint Bois, en 1944, en el que participaron hasta sus más jóvenes discípulos.
    En un primer momento, todos aquellos que entraban en su órbita cedieron sus individualidades al influjo de una geometría mística que pretendía transformar la aldea para transformar el mundo. Sus enseñanzas tomaron, en cada uno de los artistas que aquí se exponen, un camino diferente, aunque resulta evidente en ellos una serie de elementos y principios en común que permanecen en el tiempo. Esa es la idea que ha guiado la selección de obras para esta exposición: casi todas ellas realizadas a partir de los años ’50, luego de la muerte del maestro y cuando cada artista tomaba su propio camino de reflexión respecto de la experiencia compartida.

    LAURA MALOSETTI COSTA
    Curadura

  • JOAQUÍN TORRES GARCÍA. Montevideo,1874 - 1949

    En 1891 emigra con su familia a la Cataluña de su padre, oriundo de Mataró, cerca de Barcelona. En 1894 ingresa a la Academia de Bellas Artes de Llotja y pronto comienza su actividad como afichista e ilustrador en publicaciones de la época. Hacia finales del siglo, comienza a pintar cuadros donde representa escenas bucólicas con reminiscencias grecolatinas y con un marcado aire simbolista y romántico. A principios del siglo veinte se perfila como artista y educador, al tiempo que practica la pintura mural de gran formato (Barcelona, Sarriá, Bruselas). En 1911 es invitado a realizar las pinturas murales del Palacio de la Generalitat de Cataluña, en tiempos de pujanza de la corriente nacionalista cultural catalana llamada Noucentisme. En 1914, mientras pinta estos murales, se radica con su familia en la localidad de Tarrasa y en 1916, al tiempo que ha comenzado sus escritos teóricos de arte, pinta el cuarto mural, en vísperas de una crisis política que le impedirá continuar con esa obra. Es en esta época de grandes cambios en su pensamiento y en su práctica pictórica cuando conoce al pintor uruguayo Rafael Barradas y comienza a ser atraído por la dinámica urbana y sus formas de visualidad. Inicia en 1918 la producción de juguetes artesanales en madera mientras continúa con sus dibujos y pinturas urbanas. Luego de deslumbrarse con la ciudad de Bilbao en 1919, decide viajar a Nueva York en 1920. La estadía en esta última, aunque algo adversa, lo estimula a una pintura estructurada y dinámica que acompaña con pequeños dibujos y acuarelas que revelan la vibrante movilidad del espacio urbano. En julio de 1922 abandona con su familia Nueva York y se instala en las cercanías de Florencia donde continúa produciendo juguetes y prosigue con su pintura. En 1924 pasa a vivir a Ville France sur Mer luego de un breve pasaje por Livorno, y en 1926 se radica con su familia en París.
    En 1930 Torres integra, junto a otros artistas de renombre internacional, un grupo de promoción del arte abstracto que se autodenominó “Cercle et Carré”, al tiempo que, individualmente, consolida definitivamente las bases de su “pintura constructiva”. Expone junto a otros pintores latinoamericanos radicados en París, alcanzando en este período instancias personales consagratorias por sus vínculos con la vanguardia internacional convocada en aquélla ciudad.
    A fines de 1932 viaja con su familia a Madrid y allí completa sus manuscritos teóricos sobre el Arte Constructivo rodeado de un pequeño grupo de discípulos. El 14 de abril de 1934 se embarcan rumbo a Montevideo, donde arriban el día 30 del mismo mes.
    En Montevideo, por primera vez, se consolida como Maestro de una escuela de Arte Constructivo que llamará Escuela del Sur, por contraposición a los ismos eurocentristas de las vanguardias “del norte”. Retomará la cosmología prehispánica como fundamento filosófico-religioso de su simbolismo universal, buscando entroncar la tradición indoamericana con la misma vertiente de la tradición arcaica del saber en la que abrevaba, según él, la tradición mediterránea: la Gran Tradición del Hombre Abstracto. Funda en Montevideo la Asociación de Arte Constructivo que en 1942 dará lugar al Taller Torres García, dentro de un clima altamente polémico en el que emite fuertes críticas con espíritu irónico hacia la idiosincrasia montevideana contenidas en su opúsculo “La ciudad sin nombre”. En 1941 publica “Universalismo Constructivo”, su obra escrita más enjundiosa y dos años después realiza con sus discípulos el conjunto de obra mural del Pabellón Martirenée, en la Colonia Saint Bois de Montevideo. Entabla vínculos con artistas argentinos forjadores del concretismo y del grupo MADÍ, sobre los que logra una cierta ascendencia filtrada por el criticismo militante de los invencionistas. Después de su muerte, sus principales discípulos continuarán la prédica del Taller hasta los albores de los años sesenta.