• Presentación

    Esta exposición que presenta la Untref intenta mostrar una imagen de Quinquela Martín que excede el marco de su amplia actividad pictórica. Si su trayectoria como artista que supo reflejar su origen, realidad y cultura fue más que importante, su vida no lo es menos en otros aspectos de su personalidad. Quinquela como animador cultural y social, protector y maestro de artistas, coleccionista y orientador de la Escuela de La Boca son facetas que la curadora Diana Wechsler refleja exitosamente en esta propuesta. Su enfoque permite entender a quien fue un hombre de su siglo en toda su magnitud y muestra cómo sumar a las consideraciones y elogios estéticos que corresponden a su obra la comprensión total de su valía y significado en la historia argentina del último siglo. ANÍBAL Y. JOZAMI Rector UNTREF / Director MUNTREF
  • Sobre la muestra

    Quinquela, la identidad con el barrio, la filantropía, son piezas de una secuencia que fue puesta en relación una y otra vez para narrar la biografía del artista. Pero éste no será un ensayo biográfico, al menos no en el sentido convencional del género. El propósito aquí es pensar estos términos nuevamente buscando colocar a Quinquela en la trama de algunos procesos artísticos y culturales contemporáneos.
    Porque como ha dicho Georges Didi Huberman, “el pasado exacto no existe”. Porque la escritura de la historia del arte supone la puesta en juego de varias disposiciones: la duda (sobre las afirmaciones canónicas), la lectura y relectura crítica (de fuentes y obras), la interpretación (de las trayectorias y propuestas en la encrucijada de los debates contemporáneos). Porque la escritura de la historia implica también el desarrollo de la imaginación (histórica), que permita volver a ver y leer desde otros lugares, a partir de otras preguntas… Porque hacer centro en la trayectoria de Quinquela podrá arrojar luz no sólo a su propio sendero sino también sobre el mapa de las artes en donde él actuó, especialmente el de las primeras décadas del siglo XX, es que pensar a este artista se presenta como un desafío interesante, orientado hacia la posibilidad de encontrar otras dimensiones –más allá de las que el mismo artista fue señalando para el trazado de su mítica imagen– que permitan volver a contar la historia.
    En la búsqueda de estas cuestiones, el propósito de esta propuesta es avanzar sobre las ideas que fue desarrollando Quinquela Martín acerca del arte como práctica social, ideas que se vislumbran en las opciones estéticas elegidas para su obra, así como también en el proyecto artístico cultural que diseñó, en el armado de la colección del museo y en la propuesta iconográfica que trazó para los programas murales de este complejo de la ribera del Riachuelo.
    El pintor de caballete, el animador cultural y coleccionista, y el muralista se encuentran aquí atravesados por estas indagaciones. Dada la relación que se busca establecer entre el proyecto plástico de Quinquela, el proyecto de escuela-museo y la colección que desarrolla, este trabajo se organiza en tres zonas.
    La primera, dedicada a Quinquela como pintor, dibujante, grabador, con el objetivo de introducir al artista y su mundo a partir de una lectura de su propuesta plástica. Para esto se seleccionó un conjunto de óleos en los que puede verse la manera quinqueliana en distintos momentos: el tránsito del uso gestual del pincel en un comienzo al predominio de las espátulas luego, el manejo de una paleta de vibrantes colores, los grandes formatos, la recurrencia de ciertos temas.
    Además se retoman otros registros de la producción del artista: el dibujo y el grabado. Los dibujos seleccionados no son bocetos sino ensayos que permiten acceder a una dimensión experimental en la que Quinquela se deja llevar por la imaginación, como se ve en los Estudios de nubes. En las aguafuertes entre tanto, la perspectiva se acerca y el punto de vista adquiere cierta intimidad en la presentación de temas menos frecuentados por su pintura como en Amor en el puerto, por ejemplo. La concepción de estas imágenes tiene puntos de encuentro con los problemas tratados en la pintura –como en Inundación–, pero avanza aquí sobre una figuración más neta y contundente similar, en algunos casos a lo que se verá en sus murales.
    La siguiente sección, avanza sobre Quinquela coleccionista. En ella se analiza el repertorio de obras del Museo de Bellas Artes de La Boca partiendo de la pregunta acerca de cuál es el relato histórico artístico que él diseñó con esta selección en los primeros años de funcionamiento del museo. Buscamos revelar su posición dejando abierta la posibilidad de contrastarla con otras versiones disponibles contemporáneamente. El Museo de Bellas Artes de La Boca forma parte del complejo escuela-museo abierto en 1936. La colección se exhibió por primera vez en la apertura del museo en 1938 con algo más de 50 piezas y fue creciendo sostenidamente en el tiempo.
    La selección que aquí se presenta (integrada por los trabajos de Fader, Lazzari, Centurión, Jarry, Berni, Spilimbergo, Gómez Cornet, Gramajo Gutiérrez, Lacámera, Daneri, Diomede, Victorica, entre otros), expone aspectos del relato histórico artístico diseñado por Quinquela con sus adquisiciones durante los primeros años del museo, revela su posición e invita a compararla con otras versiones disponibles contemporáneamente, como las que desplegaron Emilio Pettoruti para el Museo Provincial en La Plata o Luis Falcini en Buenos Aires para el actual Museo Sívori.
    Quinquela desarrolla el proyecto artístico-cultural de la ribera del Riachuelo con el presupuesto de que éste debería servir a la formación de los ciudadanos. La colección presenta pintura argentina desde fines del siglo XIX con el interés centrado especialmente en los artistas contemporáneos que, con planteos figurativos diversos, permitieran construir un friso plural de lo que entiende por “realidad argentina”. Así, paisajes y escenas de género compartieron sala con retratos y figuras. Entre todas estas imágenes se arma un mapa vasto de lugares, gentes y costumbres.
    Finalmente, Quinquela muralista, ensayo a cargo de Cecilia Belej. Aquí se analiza, dentro del vasto complejo cultural de la ribera, el programa mural desarrollado. El compromiso con su propia historia lo llevó a promover una serie de instituciones de carácter social que buscaron además colocar al barrio dentro del mapa artístico cultural de la ciudad. Así funda en 1936 la escuela-museo Pedro de Mendoza, en 1938 el Museo de Bellas Artes de La Boca, en 1944 el Jardín de Infantes y en 1957 inicia la construcción del Teatro de La Ribera. En todos estos edificios de arquitectura moderna, construidos sobre terrenos donados por él, desarrolla un programa mural destinado a narrar desde las paredes aspectos de la vida del país. Dado que este complejo cultural estuvo pensado desde un comienzo para estar habitado por murales, la selección de bocetos y fotografías de los murales que aún hoy se conservan en la escuela-museo, el teatro y algunos otros realizados entre los años treinta y cuarenta dan cuenta de los procesos creativos desplegados. Esta zona, informa además sobre las diferentes técnicas y relatos figurativos puestos en juego para desarrollar este vasto programa iconográfico.
    Quinquela no escribió una autobiografía en el sentido estricto del término, sin embargo, buena parte de lo que se ha escrito sobre él aparece teñida por su propia voz. Entre todos, el texto que escribe Andrés Muñoz sobre finales de los años treinta (publicado en 1949), puede ser leído como autobiografía, ya que como se aclara en la introducción, Muñoz pone en formato escrito aquello que Quinquela narró. De aquel extenso y pormenorizado recorrido, deseo recoger unos párrafos que de algún modo son capaces de sintetizar la perspectiva de vida llevada adelante por Quinquela en el cultivo de esta imagen plural de artista, dandi, benefactor y animador cultural. En su recuerdo de las lecturas de juventud, destaca particularmente el impacto que le produjera la lectura de Kropotkine: lo que más admiraba –va a afirmar el pintor– no era tanto su obra y su doctrina como su altruismo al sacrificar sus privilegios de príncipe a la causa proletaria. Si bien Quinquela estuvo lejos en sus orígenes del perfil de un príncipe, su dedicación a la pintura lo colocó en una posición de privilegio desde la que él buscó revisar no sólo el lugar de la pintura sino el de su posición como artista ante su entorno social.

    A mi padre, que conoció y disfrutó de este proyecto en sus tramos iniciales.
    DIANA B. WECHSLER
    Curadora

  • Sobre Quinquela

    1890: Benito Juan Martín llega a la Casa de Expósitos de Buenos Aires. Se fija el 1º de marzo como fecha estimativa de nacimiento.
    1896: Es adoptado por un humilde matrimonio, Manuel Chinchella y Justina Molina, quienes tenían una carbonería en La Boca y le brindaron una educación elemental.
    1905: Comienza a trabajar en el puerto como peón de descarga junto a su padre adoptivo.
    1907: Ingresa a los cursos de dibujo y pintura del italiano Alfredo Lazzari en la Sociedad Unión de La Boca, donde conoce a Fortunato Lacámera, Arturo Maresca, Santiago Stagnaro y al estudiante de música Juan de Dios Filiberto.
    1910: Participa en la exposición colectiva de la Sociedad Ligur de Socorro Mutuo de La Boca.
    1914: Organiza con los artistas rechazados del Salón Nacional el “Primer Salón de Recusados”. Junto a él exponen Agustín Riganelli, José Arato, Santiago Pallazzo, entre otros.
    1916: La revista Fray Mocho publica en abril el primer artículo sobre Quinquela titulado “El carbonero”, firmado por Ernesto E. Márchese.
    1917: Conoce en la Ribera del Riachuelo a Pío Collivadino, el entonces director de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, quien junto a su secretario, Eduardo Taladrid, patrocinan sus primeras exposiciones individuales y salidas al exterior.
    1918: El 4 de noviembre inaugura su primera exposición individual en la galería Witcomb. El gran suceso de crítica y público se repetirá a lo largo de toda su carrera.
    1919: Expone en el Jockey Club de Buenos Aires.
    1920: Obtiene el tercer premio en el Salón Nacional y expone en la Galería Witcomb de Mar del Plata, por primera vez con su nombre artístico y legal “Benito Quinquela Martín”. Inicia sus giras internacionales: Río de Janeiro (1920), Madrid (1923), París (1926), Nueva York y La Habana (1928), Roma (1929), Gran Bretaña (1930).
    1924: Expone en Buenos Aires en la Asociación Amigos del Arte.
    1926: Participa de la inauguración oficial de La Peña del “Café Tortoni” donde se desarrollaron actividades para promover el encuentro entre artistas de las diversas expresiones del arte.
    1931: Inicia sus exposiciones en el interior del país: Santa Fe (1931), Tucumán (1943), Mendoza y La Plata (1949), Rosario y Santa Fe (1950), Bahía Blanca (1953), Córdoba (1955), Tres Arroyos y en Coronel Dorrego (1956), Tandil, (1958), y La Plata, (1959).
    1933: Inicia su etapa de donaciones al Estado para la construcción de instituciones educativas y de salud. Deja como legado a La Boca la escuela-museo Pedro de Mendoza (1936), el Museo de Bellas Artes de La Boca (1938), el Lactarium Municipal Nº 4 (1947), el Jardín de Infantes (1948), la Escuela de Artes Gráficas para Obreros (1950), el Instituto Odontológico Infantil (1959), el Teatro de la Ribera (1971).
    1948: Crea la “Orden del Tornillo” de la que será animador y Gran Maestre, premia a colegas y personalidades que según su criterio contribuían a la cultura y al bien de la sociedad.
    1972: La Universidad de Buenos Aires lo nombra miembro honorario de sus claustros.
    1974: Se casa con Marta Cerruti. Recibe un homenaje del Fondo Nacional de las Artes y se realiza una muestra retrospectiva de su obra en las Salas Nacionales de Exposición.
    1977: El 28 de enero muere en Buenos Aires.

    Realizada por personal del Museo de Bellas Artes de La Boca “Benito Quinquela Martín”

  • Obras

    Tipo de muestra: óleos, aguafuertes y bocetos.
    Cantidad de obras: 42