• Presentación

    Organizar una exposición en un ámbito universitario conlleva la responsabilidad de seleccionar un artista, una corriente o un grupo que sea no sólo representativo desde el punto de vista artístico sino también un ejemplo para quienes integran los claustros.

    Al presentar De la utopía a la antiutopía, 1946-2005, estamos cumpliendo con esta premisa. La trayectoria de Enio Iommi está signada por su voluntad y su coherencia en la creación artística a lo largo de seis décadas.

    Enio Iommi es también un artista representativo del conurbano bonaerense ya que desde hace muchos años vive y trabaja en Lomas del Palomar y lo sentimos un miembro más de nuestra comunidad universitaria.

    Que esta muestra nos sirva no sólo por el placer estético que genera sino también como ejemplo de constancia y voluntad de trabajo.

     

    ANÍBAL Y. JOZAMI
    Rector UNTREF / Director MUNTREF

  • Sobre la muestra

    En 2005 la primera escultura concreta del arte argentino realizada por Enio Iommi cumplirá sesenta años y el arco temporal que une aquel hecho con el presente coincide con la duración de la trayectoria del artista.
    Uno de los rasgos más evidentes y acentuados del espíritu de su recorrido ha sido su carácter crítico, transgresor, rupturista. A pesar del largo camino transitado, Iommi mantuvo ese talante de manera invariable, sólo que la significación de dicha condición cambió según los tiempos. Su obra no fue siempre la misma y los momentos históricos tampoco lo fueron.
    Primero fue un artista moderno. Se sumó con entusiasmo a una época que nacía, a un período de evolución signado por la industrialización del país, que parecía propicio para cambios en lo social y político. Utilizó los materiales de la industria para llevar adelante una transformación estética radical. La utopía parecía posible. Junto a sus compañeros de ruta quiso dejar atrás toda figuración, todo vestigio ilusionista, toda ficción. A través de líneas, de planos, el artista señalaba direcciones, estructuras. Se trataba de una visión austera que pretendía hacer evidente la virtud del espacio, de manera contraria a la expresión a través del volumen propia de la escultura tradicional.
    Sobrevino la posmodernidad y con ella muchos idealismos parecieron naufragar, incluso los del arte. A Iommi le pareció inevitable encarnar la representación de un espacio del caos. En 1977, a partir de la exposición Adiós a una época su propuesta estética cambió. El artista tomó conciencia del pasaje modernidad-contemporaneidad. En esta última, “período de una casi perfecta libertad”1, Iommi hizo uso de los materiales y objetos más variados –adoquines, alambres, muñecas rotas, vajilla culinaria, todo tipo de elementos de uso cotidiano, entre otros–, y a través de la estrategia del ensamblado, forjó yuxtaposiciones casi al límite de la incongruencia. Corporizó otras formas en otro espacio, el de este tiempo nuevo en el “que asistimos a la pérdida de la integridad, de la globalidad, de la sistematización ordenada a cambio de la inestabilidad, de la polidimensionalidad, de la mudabilidad.”2 Y, no olvidó que el ser humano se ha sentido extrañado y convulsionado por esa transformación.
    En sus primeros años, Enio Iommi se había sumado con fervor a la utopía constructivista y funcionalista, pero con el paso del tiempo se dio cuenta de que aquella idealización material y espacial no había considerado a la realidad diaria y cotidiana de las personas de su país latinoamericano y que este tiempo ya no soñaba. Allí encarnó lo que él llamó el espacio dramático, lugar de la antiutopía.

    MERCEDES CASANEGRA
    Curadora