Crecen los casos de discriminación en medio de la emergencia sanitaria

La crisis del coronavirus potenció las actitudes y discursos hostiles hacia comunidades de migrantes, personal de la salud, pacientes y otros grupos. Nuestros especialistas analizan qué hay detrás del lado menos solidario de la pandemia.

16-07-2020

Los primeros en ser discriminados fueron los miembros de la colectividad china y otros grupos de migrantes, luego el personal de salud y los casos de covid-19 positivo, y ahora se suman los habitantes de los barrios populares. 

Desde que se declaró la cuarentena el 20 de marzo, se conocieron diferentes situaciones de hostigamiento a estas personas. En algunos casos se trató de agresiones físicas, en otros de mensajes intimidatorios a través de las redes sociales o colocando carteles en los edificios donde viven. Pero ¿qué hay detrás de esta “caza de brujas”, de este nuevo brote de odio?

Según el director del Centro de Estudios sobre Genocidio (CEG) de la UNTREF, Daniel Feierstein, se trata de un mecanismo de proyección, una forma en que nuestro aparato psíquico lidia con la angustia que produce este contexto. “La angustia, en vez de trabajarla, la pongo en otro, y el responsable de lo que me pasa es el otro, sea el inmigrante asiático, el médico o el habitante de los barrios populares. Las enfermedades infecciosas como esta se prestan mucho para estos mecanismos de proyección porque cuesta entender la velocidad y la masividad de las lógicas del contagio”, evaluó.

En su análisis, Feierstein se detuvo en la discriminación hacia las personas de los barrios populares. “Es absurdo, porque el virus llegó de los viajes de los sectores acomodados. Que después se propagara con mayor rapidez por las condiciones de vida en esos barrios es otro tema. Es lo que siempre va ocurriendo en estos procesos, que se busca al grupo más débil para abalanzarse sobre él y proyectar toda esa furia, resentimiento y ansiedad que nos produce la situación”, dijo.  

Además, aseguró que en el último siglo las teorías conspirativas aplicadas a fenómenos pandémicos han sido de lo más común, y que el coronavirus no es la excepción. “El sujeto siempre por antonomasia va a ser la población judía, siempre por algún motivo los judíos tienen la culpa, ya aparecieron las conspiraciones en este sentido, inclusive en canales de televisión masiva”, comentó haciendo referencia al informe del periodista Tomás Méndez en su programa ADN Periodismo Federal emitido por C5N, donde se afirmaba que el coronavirus había sido incubado por orden de empresarios judíos y el Estado de Israel.
 
Feierstein explicó que este tipo de reacciones están estrechamente vinculadas a la cultura del individualismo. “Creo que una crisis de este tipo nos confronta con distintos modos de pensar la acción social. Hemos sido bombardeados durante varias décadas con un discurso individualista y meritocrático en el cual cada uno cree que se salva solo, por eso las respuestas comunitarias se vuelven difíciles. Hay que entender de dónde provienen estas lógicas de proyección para poder trabajar en desarmarlas”, reflexionó.  

Más allá de esta tendencia, destacó que se están poniendo en marcha algunas iniciativas colectivas, como las asambleas populares que habían quedado en pie desde 2001 y empezaron a trabajar para tratar de ver qué es lo que la gente necesita, armando comedores populares. “Esto demuestra que hay otros modos posibles de reaccionar, que hay otras formas de disminuir la angustia de un modo más productivo”, reflexionó. 
  
Consultado sobre la posibilidad de que la pandemia le dé renovado impulso a las expresiones políticas de derecha, el experto en temas de genocidio dijo que no hay que apresurarse a sacar conclusiones. 

“Los fascismos más payasescos han tenido ante la pandemia un desempeño tan fallido que quizás termine jugándoles en contra. Se me ocurre el ejemplo de Trump en Estados Unidos o de Bolsonaro en Brasil, que son los países con mayor número de muertes y casos. Hay formas de una derecha fascista un poco más elaborada que sí pueden encontrar terreno propicio. Francia es un lugar preocupante porque es un fascismo que se ha venido construyendo con más anclaje en la sociedad, que ubica a los migrantes como responsables de todos los males”, señaló Feierstein.

Chinofobia

Sin duda la colectividad que más sufrió la estigmatización desde que se desató el brote de coronavirus es la proveniente de Taiwán y la República Popular China. La investigadora del Instituto de Artes y Ciencias de la Diversidad Cultural (IDEIA), Susana Brauner, aportó algunos datos sobre la trayectoria de este grupo migratorio en nuestro país y analizó las formas de discriminación de la que fueron objeto. 

Se estima que en Argentina hay 200 mil taiwaneses y chinos, que comenzaron a llegar en dos oleadas: en la década de 1970 y en la de 1990. El 70% de esa población se inserta en los sectores medios del comercio, con una fuerte presencia en los supermercados, los locales de comida por peso y bazares. “Eso les va a dar una fuerte visibilidad para la sociedad, pero a medida que ellos se van integrando aparecen ciertos prejuicios y estereotipos vinculados a sus pautas higiénicas y sus costumbres alimentarias, además de ridiculizarlos porque no conocen bien el español”, señaló la investigadora. 

De acuerdo a ella, existía un racismo de base que la pandemia radicalizó. “Esa percepción de que los chinos no se integran, de que son totalmente ajenos a nuestra cultura, tiene que ver con que nosotros en Argentina nos consideramos parte del Occidente cristiano”, dijo Brauner. Por otro lado, continuó, ellos tienen tradiciones alimentarias que son tan respetables como las nuestras. Para la analista, decir que todos los chinos comen tal cosa es también simplificador, porque la gastronomía china es bastante variada según la región. 

“¿Por qué es más lícito comer vacas o pollos que comer otros animales? Es por esa matriz eurocéntrica que estos hábitos se asocian con lo extraño, con la peligrosidad y lo prohibido”, reflexionó Brauner. 

Cuando el coronavirus todavía no había llegado a la Argentina, en los grandes diarios ya se empezaba a hablar del “virus chino”. Según la investigadora, esa es una primera etapa en la que se confunde enfermedad con identidad. “Se malinforma a través de los medios y comienzan a retroalimentarse los prejuicios, que la comunidad china comienza a sentir en la vida cotidiana, como el caso que se conoció en el Sur de esa niña que llevó comida a su escuela y no se la aceptaron por miedo a que estuviese contaminada”, graficó. 

Pero ahora que la enfermedad está tan extendida y que no se la puede asociar a una nacionalidad o etnia en particular, ¿se terminó la discriminación hacia los chinos? Para Brauner hay una nueva etapa. “Han salido algunas noticias sobre los restaurantes clásicos que están cerrando en el Barrio Chino por la situación económica, y los prejuicios resurgen en los comentarios de los lectores:  ‘Que se vayan a China’, ‘Son los que difundieron el virus por lo que comen’, ‘Son sucios’ o ‘Qué suerte si se van porque nos van a dejar el barrio de Belgrano limpio’”, ilustró

Una oportunidad quebrada

Según el director del Instituto de Migraciones y Asilo (IPMA), Lelio Mármora, el migrante siempre ha sido chivo expiatorio, ya sea porque se lo acusaba del desplazamiento de mano de obra, por trabajo irregular, por el aumento de la delincuencia o por el tráfico de drogas. 

“Siempre ha habido una tendencia a culpar al migrante de determinadas cosas, pero hay que tener en cuenta que acá hay prejuicios que han sobrepasado los límites de la cuestión de nacionalidad, de color o de religión, para transformarse en una cuestión de localidades, incluso entre la Capital y la Provincia hay problemas”, opinó. Mármora expresó su preocupación en cómo la crisis del covid-19 podría generar una ola masiva de retornos. “Un extranjero, probablemente discriminado y perdiendo su trabajo en una situación como esta, piensa en volver a su país”, estimó.

Es que uno de los aspectos más preocupantes para los migrantes que viven en Argentina es el desempleo y la disminución de los ingresos. “El problema de los migrantes acá y en otros países es que se insertan mayormente en los sectores informales del mercado de trabajo”, explicó Mármora. Se trata, además, de trabajos que han sido interrumpidos por el aislamiento obligatorio, como es el caso de la construcción, el cuidado de mayores y la limpieza en casas particulares, u otros que funcionan pero que conllevan una mayor exposición al virus, como el servicio de delivery.

De hecho, una encuesta realizada por Agenda Migrante 2020 indica que cerca del 60% de los migrantes en nuestro país dejó de percibir un ingreso desde que se declaró la cuarentena. Sobre las consecuencias de la pandemia, un 75% dijo estar más preocupado por los problemas económicos, y un 50% por la posibilidad de contraer la enfermedad.

Para el especialista, hay que pensar también en las mayores dificultades que tienen los migrantes en situación irregular. “Esa masa de personas no tienen posibilidades de acceso a la salud o hacia ninguno de los servicios básicos que puedan tener dentro del lugar en el cual están”, remarcó, agregando que en Estados Unidos hay 11 millones de ellos, y en Europa entre 6 y 7 millones.

“Los gobiernos y los países se han cerrado, y las fronteras hoy son vallas. Las políticas de securitización de las migraciones son las que van a acompañar la pandemia por un tiempo. Acá en la región es una pena porque va a repercutir en los convenios bilaterales y multilaterales para el libre movimiento de personas y la libre residencia, algo en lo que se había avanzado mucho”, se lamentó.