Indecisión, hartazgo y redes: cómo cambió la medición de la opinión pública

El conversatorio “¿El termómetro roto? Qué miden y qué no miden hoy las encuestas de opinión pública” reunió a expertos que analizaron los desafíos de las encuestas en un contexto de desafección política y transformación tecnológica.

13-10-2025

En un año marcado por las elecciones legislativas y en un contexto de desafección política, medir la opinión pública se volvió un desafío casi tan complejo como la propia política. Las encuestas tradicionales pierden precisión frente a los indecisos, la saturación tecnológica y la falta de predisposición ciudadana a la hora de responder. En la UNTREF, los expertos en esta temática analizaron cómo la indecisión, el hartazgo y las nuevas formas de comunicación obligan a repensar metodologías para captar el pulso real de la sociedad.

El conversatorio, organizado por el Centro de Investigaciones en Estadística Aplicada (CINEA) y la Maestría en Generación y Análisis de Información Estadística, contó con la apertura del director de la Diplomatura en Comunicación Política y Campañas Electorales, Antoni Gutiérrez Rubí. En ella reflexionó sobre la figura de los indecisos en las elecciones. Según él, estos votantes cumplen un papel clave en la democracia: esperan hasta el último momento para decidir y exigen ser convencidos, sin dejarse arrastrar por la polarización. Destacó que cada vez más los electores ocultan sus verdaderas intenciones, lo que dificulta prever comportamientos y escenarios electorales. “Son las urnas las que terminan hablando, no las encuestas ni los medios”, sostuvo.

También señaló que la indecisión actúa, además, como motor de innovación política, fortaleciendo las propuestas y ofreciendo un espacio de libertad frente al enfrentamiento polarizado. “Si durante años se ha presentado la indecisión como amenaza, hoy cabe reivindicarla como un espacio de libertad y de resistencia frente al enfrentamiento binario”, explicó el especialista español.

Por su parte, Mora Jozami, especialista en estrategia de comunicación e investigación, coincidió en que hoy responder una encuesta se convirtió en un acto de micromilitancia, reservado a quienes ya saben a quién votarán. Jozami advirtió que la participación electoral fue disminuyendo con el correr de los años y que las encuestas se centran únicamente en quienes saben su voto y en quienes efectivamente concurren a las urnas, dejando fuera a un sector significativo que puede definir el resultado final. Según ella, la oferta política es tan confusa que muchas personas no terminan de entender qué están votando ni para qué, lo que complica transmitir un mensaje claro durante años de elecciones legislativas.

En el evento, realizado en la Sede Rectorado Centro, se hizo referencia también a la injerencia de la tecnología en el trabajo diario de los encuestadores y en la recolección de datos por parte de las consultoras. El sociólogo y docente de la UNTREF Nicolás Cha explicó cómo estos avances modificaron la recolección de datos. Recordó que en los años ’90 las encuestas tradicionales en papel y por teléfono fijo eran más eficaces, pero con el tiempo la gente empezó a expresar su opinión a través de redes sociales. Esto obliga a consultoras y encuestadores a reconfigurar los métodos de relevamiento, combinando distintas metodologías en lugar de reemplazar un formato por otro. “Antes la gente estaba más predispuesta a responder, un encuestador podía hacer ocho encuestas por hora. Hoy eso es imposible”, dijo.

En el mismo sentido opinó Federico Aurelio, presidente de la consultora ARESCO-JULIO AURELIO. El especialista destacó que la verdadera dificultad radica en la no respuesta: aunque las encuestas telefónicas IVR fueron exitosas en los ’90, su uso masivo y combinado con llamadas comerciales provocó un hartazgo que hoy se refleja en el rechazo inmediato de los encuestados “La gente escucha el ‘hola’ y ya corta. No importa si es larga o corta la encuesta. Hay un rechazo desde el ‘hola’ mismo”, aseguró.

Finalmente, Valentín Nabel, Licenciado en Sociología y director de la consultora Opinaia, y Shila Vilker, la investigadora y analista de opinión pública, coincidieron en la existencia de un clima antipolítico en el que prima el desconocimiento y el desinterés de parte de la población. Vilker subrayó que el profundo clima antipolítico actual genera rechazo hacia los encuestadores y dificulta la captación del pulso social. Explicó que los resultados electorales sorprendentes muchas veces se deben a la decisión tardía de los votantes que, finalmente, definen su elección dentro del cuarto oscuro.

A su vez, Nabel advirtió que, además de no saber a quién votarán, muchas personas hoy desconocen qué se vota en contraste con épocas pasadas en las que la población estaba mejor informada sobre política. Si bien la tecnología democratizó el acceso a la comunicación, señaló que también genera mayor confusión y limita el debate público, ya que la gente termina viendo solo lo que los candidatos quieren que vean. Por último, subrayó la importancia de considerar la perspectiva de quienes no saben nada sobre la votación ni sobre los candidatos.  

Para finalizar, la directora del CINEA María Leonor Pérez Bruno resaltó que desde la universidad y el centro que dirige tienen la responsabilidad de contribuir a un debate público informado, articulando el mundo académico con la investigación aplicada. Señaló los desafíos que enfrentan los investigadores ante la desafección política, las no respuestas y los cambios tecnológicos y subrayó la importancia de reformular formatos, incorporar nuevas tecnologías e, incluso, explorar cómo la inteligencia artificial puede contribuir a la medición de la opinión pública.

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