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Curtir, sin duda

Por Maite Celada

Universidad de São Paulo


El DILE hace una propuesta que trabaja a contramano de los sentidos que aceitan y retroalimentan la máquina disciplinadora del panhispanismo, sentidos alimentados desde siempre por las reivindicaciones de la Real Academia Española, en cuyo sitio encontramos un recuadro dispuesto a resolver “las dudas de los hablantes sobre el uso correcto del español”:

En estudios previos venimos insistiendo en que en ese gesto, que seguramente se piensa como comunicativo y abierto al diálogo, opera el presupuesto de que el sujeto de esa lengua “duda” o “debe dudar” (con el vaivén al que lleva ese “debe” al funcionar como marca de la proyección de una hipótesis o de un enunciado deóntico, de imposición). Tal proyección materializa el juego político mediante el cual se naturaliza que el hablante sea dudante (para que no se lo califique como dudoso) de modo que, en su querer decir (“vouloir dire”, observaría Claudine Haroche), se lo hace decir de un modo y no de otro.

En el DILE es el sujeto del lenguaje –y de la(s) lengua(s)– el que introduce palabras y las define, lo que nos lleva a decir que la interpelación ahí funciona de otro modo; no abre el juego a un sujeto vacilante sino a un sujeto que, con determinación, afirma sus formas de decir, con ellas se identifica y en ellas se afirma.

Así, yo misma, atravesada por los sentidos del espacio desde el cual escribo (un Brasil en el que el español como lengua extranjera vale mucho dinero para la empresa neocolonialista del panhispanismo) y a contramano de una memoria de colonización fuertemente instaurada en el campo de lo que se define como “lexicografía hispánica”, fui a ejercer el derecho que en el DILE se me reconoce como hablante. Mi intención era incluir la palabra “curtir”, pero constaté que ya había sido definida:

La definición, que inicialmente vincula la palabra al espacio uruguayo (UY) y luego al ámbito más amplio del Río de la Plata, funciona como una extensión de al menos una de las registradas en el Diccionario Integral del Español de la Argentina (DIEA), del 2008:

curtir 1 tr Someter la piel de un animal a un tratamiento adecuado para transformarla en cuero: una preparación química para curtir la piel de oveja / la piel curtida del tambor. § 2 tr Endurecer la piel a través de la exposición a condiciones climáticas desfavorables, especialmente al sol: El sol iba curtiendo el rostro de los marineros. § 3 tr Acostumbrar a alguien a vivir experiencias difíciles, de modo que se habitúe a ellas y dejen de afectarlo tanto: La infancia en un campo entrerriano bastó para curtirlo en los trabajos rurales. / Tantos desamores le fueron curtiendo el corazón. § 4 tr Azotar, especialmente a un animal: Lo curtieron a latigazos. § 5 tr COLOQUIAL Llevar un determinado modo de vida o demostrar determinada actitud o interés por alguien: Reconocé que hay gente que no curte tu onda. / Los surfistas curten un look distinto de los demás veraneantes. § 6 intr COLOQUIAL Tener relaciones sexuales: Se conocieron y curtieron en la primera cita. / ¿Ya curtiste con ella? El enunciado definidor (el número 5), destacado, introduce una serie de sentidos amenos –también altamente presente en 6, pero no en los anteriores (1 a 4)– que continúa, se amplía, se afina en la formulación de la entrada que anónimamente fue introducida en el DILE, el 5 de julio de 2015. Observamos que, en esta última, se hace el registro de que esa forma fue incorporada al castellano del Río de la Plata desde el portugués de Brasil, algo que marca la heterogeneidad de esa acepción pero, en la pluralidad de interpretaciones que suscita, también podríamos decir que le da la bienvenida, haciéndole casi, como trataremos de mostrar, el debido y necesario homenaje.

Pienso que, de hecho, estamos frente a un gesto afable: la entrada de curtir en el DILE, por un lado, ignora el término “préstamo”, regular incluso en el campo de los estudios del lenguaje, y que –crudo como metáfora– podría quedar pegado a los sentidos de las prácticas mercantiles, sujetas a intereses y devoluciones. Como si el nombre (“préstamo”) empobreciese, diría Carlos Drumond de Andrade, la compleja referencia de lo que realmente ocurre en el plano de la(s) lengua(s). Por otro lado, no trata la palabra como un extranjerismo. Este último término, caro al funcionamiento del riñón (el filtro purificador) de la máquina panhispánica, el Diccionario Panhispánico de Dudas (remito al estudio de Brianezzi O Diccionario panhispánico de dudas em questão: dúvida, regulação e memória, Tesis de maestría, FFLCH/USP, 2014), nos hace pensar en una serie o una categoría de “lo que se deja afuera”, de lo que no se deja pasar, de lo que no se asimila o de lo que no se traga como se diría por las bandas del Río de la Plata. Lo que señalamos nos lleva a concluir, entonces, que el propio desplazamiento de la palabra “curtir” en el castellano, que pasa a significar brasileñamente, y su registro en el DILE son hechos mediante los cuales se reconoce que las lenguas se relacionan entre sí y que de ahí surge un entrelazamiento de saberes a contramano de las clausuras, que –como bien señala Diego Tatián en “La Lengua del saber”, en Página/12 de Buenos Aires del 26 de octubre de 2012– resultarían estériles. En el espacio de enunciación delimitado como Río de la Plata, muy al sur del río Grande, la relación específica entre los hablantes de castellano y de portugués de Brasil ha hecho surgir esta incorporación, que a los hablantes les da gusto.

Cuando a una lengua nos llegan formas o términos de otra, en muchos casos, el fenómeno tiene que ver con el hecho de que vienen vinculados a un saber o a una red de saberes. Llegan como realización material en esa otra lengua de una metáfora precisa y singular que se nos impone (no siempre en el sentido negativo) y a la cual es difícil renunciar porque algo se perdería. Para ejemplificar con un caso muy presente en la actualidad, el del inglés, cuando nos llegan los términos del mundo de la tecnología, podemos reconocer que se refieren a “hallazgos” formulados o acuñados en palabras de esa lengua, cuya sintaxis atraviesa imperativa e imperialmente el mundo contemporáneo. De hecho, pueden llegar a molestarnos ya que irrumpen en avalancha y, además, vinculadas a la grilla que atraviesa nuestra cotidianeidad, mediante dispositivos y aplicativos que crean necesidades y, sobre todo, urgencias que se van naturalizando.

Siguiendo ese razonamiento, deberíamos preguntarnos: ¿qué saber o serie de saberes “curtir” trae o aporta al castellano? Para tratar de responder, tenemos que comenzar por decir que la introducción de la palabra en el cuerpo de la lengua de esa región rioplatense (que no sé si ya no supera los límites de esa geografía) no puede dejar de vincularse con una serie intrincada de acontecimientos del orden de la historia, y específicamente, de migraciones. La evocamos aquí mediante la enumeración de algunos tránsitos de argentinos que, en buena parte, deben haberse entrelazado a los de los uruguayos y que nos gustaría que se interpretasen como un fluir de sujetos hablantes, de sus prácticas y de sus interlocuciones. Claro que preferiría evitar los gentilicios – argentinos, uruguayos, brasileños – que nos imponen el peso de la línea simbólico-imaginaria de las fronteras nacionales, ya que esos movimientos se dieron a partir de y en el espacio (dis)continuo de la línea de la pampa (cfr. A Linha Fria do Horizonte, documental de Luciano Coelho, Brasil, 2012), al sur de un Brasil Tropical, habitado por gente abrigada por el “Templadismo” del que habla Jorge Drexler.

Nos referimos al deambular de los mochileros en los 60 y los 70; al migrar vinculado al exilio, sobre todo en los 70 y 80, pero también probable en los 60. Ese tránsito se refuerza y se reata en los 90 con el “uno a uno” de los argentinos (la fórmula que popularmente refería a la equiparación del dólar y el peso de la época menemista), que propiciaba que, en las pequeñas transacciones de compra de productos en Brasil, esos turistas no pudiesen contener el “deme dos”. De ese intrincado ir y venir, de ese trajín que cada vez se hace más intenso, surge el curtir.

Si, en la memoria discursiva, para un argentino “curtir”, en ciertos casos se refiere al cuero del animal, en otras acepciones se vincula a los sentidos de curtirse (es posible consultar esta sub-entrada en el DIEA o en la versión que de este Clarín divulga en su sitio), refiriéndose ambos – el pronominal y el no pronominal – a la delicada frontera entre la piel y la exterioridad (como intemperie de la historia), piel que puede – literal o metafóricamente – endurecerse, volverse resistente y hacerse cuero, para que el cuerpo o la subjetividad que lo habita no sufran, no sean castigados. En la entrada del DIEA ya citada (3. “Acostumbrar a alguien a vivir experiencias difíciles, de modo que se habitúe a ellas y dejen de afectarlo tanto”) está presente esa línea de sentidos.

“Curtir”, con los sentidos del portugués brasileño –sentidos también relativamente recientes en estas tierras–, irrumpe y entra del brazo de otra semántica, que no estaba prevista ni por el no pronominal ni por el pronominal (tanto en las formas transitivas como no transitivas) del castellano de la región. Según esa semántica, se instaura otra relación entre sujeto y exterioridad, pues el sujeto gramatical puede ser una persona (yo, vos, él…) y pasa a funcionar, claramente, como un agente experimentador de gozo, sin estar afectado necesariamente por la condición de sufrir. En síntesis, la serie de sentidos vinculada a los significantes “curtir/curtirse” del castellano se expande y sufre una torsión capaz de acompañar y de alojar los saberes que llegan desde otro espacio (precipitados, tal vez, por el imaginario del rioplatense sobre un Brasil paraíso). Hay ahí una leve pero expresiva agitación de las rutinas de la memoria: opera una inversión para dar cuenta de una nueva relación sujeto/experiencia. Y hay, no lo olvidemos, más que lenguas, hablantes: sujetos que, en su enunciación, por identificación, adhieren a nuevas formas de decir.

Para colmo, caro lector, si no me falla la memoria, allá por los 60/70, por las misma bandas rioplatenses se sabía oír, por ejemplo, “Ese se castiga en la playa” o “Mirá cómo se castiga”, para expresar un alto grado de disfrute; algo que después se viene sabiendo decir con curtir. En síntesis, el curtir del brasileiro llegó en el momento justo, posibilitando esa expresiva inversión de sentidos. Y llegó, insistimos, como materialización de la relación entre los hablantes de “dos lenguas” que, al revés de lo que ocurre en los diccionarios de la máquina panhispánica (cfr. Michele Costa, Instrumentalização e (des)colonização linguística: estudo discursivo do Diccionario integral del español de la Argentina, Tesis de maestría, FFLCH/USP, 2014), están expuestos a la intemperie de la otredad y, por eso, sujetos a identificaciones o capturas, en una lengua-língua que los acompanha en sus movimentos, porque é capaz de significarlos y, por isso, é deles.

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