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Por Daniel Link

PELCC, UNTREF


Encuentro en ese vasto museo de los gestos de la humanidad cuya existencia no nos cansaremos de celebrar, YouTube, el mensaje destinado a captar el voto latino en la campaña presidencial de 1960, a cargo de Jackie Kennedy, dicho en castellano. Contrastado con el mensaje que el propio Barack Obama pronunció en castellano con el mismo propósito en 2012, lo que se verifica es toda una política del lenguaje, de la relación entre estilos de lenguaje, territorio y nacionalidad, lo que se llama glotopolítica.

Jackie Kennedy aparece, en el spot publicitario que tiene un solo corte y cambio de plano, como una autómata que poca idea tiene de lo que está diciendo (¡y lo que está diciendo!) en una lengua tan extranjera para ella como para quienes idearon el anuncio. El mensaje dice:

Queridos amigos: les habla la esposa del senador (“sénador”) John F Kennedy, candidato a la presidencia de los Estados Unidos. En estos tiempos de tanto peligro, cuando la paz mundial se ve amenazada por el comunismo, es necesario tener en la Casa Blanca un líder capaz de guiar nuestros destinos con una mano firme. Mi esposo siempre velará (“vila-rrá) los intereses de todos los sectores de nuestra (“nuestrro”) sociedad, que necesitan la protección de un gobierno humanitario, para el futuro de nuestros (“nestros”) niños y para lograr (“lo-logrrar”) un mundo donde exista (“eg-sista”) la paz verdadera. Voten ustedes por el Partido Demócrata el día 8 de noviembre (“novembre”). Que viva Kennedy.

La apelación final, retrospectivamente, parece un mal augurio, pero lo que se destaca es la vindicación del anticomunismo como única vía para garantizar la paz mundial. Obviamente, el mensaje elige como destinatarios privilegiados a los exiliados de Cuba, a los cubanos de Miami. A diferencia de su antecesor, Barack Obama no delegó en la primera dama la difícil tarea de hablar en castellano (es probable que ella no hubiera aceptado el encargo, como tampoco se dedica a la decoración de interiores, disciplina en la que descolló la Sra. Kennedy). El anuncio de Obama, mucho más corto y con varios inserts, ya no tiene un destinatario nacionalitario específico sino mucho más genérico:

En los jóvenes conocidos como los dreamers veo las mismas cualidades que Michelle y yo tratamos de inculcar en nuestras hijas (“hihas”). Respetan a sus padres, estudian para superarse (“supararse”), y quieren aportar al único país que conocen y aman. Como padre, me inspiran, y como presidente su valentía me ha hecho recordar que ningún (“níngun”) obstáculo es muy grande; ningún camino, muy largo. Soy Barack Obama y apruebo este mensaje.

El comunismo, que ya ha desaparecido por su propia dinámica del mundo civilizado, está ausente como tema, y ha sido reemplazado por un colectivo (los dreamers) que son el objeto de una futura ley de ciudadanía. Pero no son los contenidos (siempre sospechosos de oportunismo electoral) los que más impresionan en ambas reclames políticas: entre 1960 y 2012 la situación geopolítica del castellano ha cambiado radicalmente. El candidato a la reelección de 2012 se muestra seguro de lo que está diciendo: entiende las palabras que pronuncia (y respecto de las cuales se declara involucrado), su hablar es mucho más fluido y los errores que comete son muy pocos (más allá del acento). Lo que se deja entrever en el habla de Obama es que el castellano bien podría ser su segunda lengua y, por lo tanto, que el castellano ocuparía el segundo lugar como lengua de los Estados Unidos. La “latinización” de los Estados Unidos, resultado de sucesivas e incesantes oleadas migratorias, no sólo transformó el mercado laboral (los servicios públicos, en las grandes ciudades, están desde hace años en manos de latinoamericanos) sino, sobre todo, el mercado lingüístico, al punto que hoy nos resulta inconcebible un personaje latino en una película o serie de televisión que hable (a veces todavía sucede) con la inseguridad de Jackie Kennedy. La puesta en Broadway de West Side Story (que enfrenta a pandillas de diferente origen étnico) hace decir y cantar a los personajes latinos en castellano, lo que transforma la pieza en un producto que, aunque bizarro, subraya el carácter multicultural de los Estados Unidos. Los estudiosos de las literaturas latinoamericanas saben que su objeto no se detiene ya al sur del Río Bravo. Los estudiosos de las glotopolíticas, del mismo modo, encuentran en la progresiva latinización de los Estados Unidos (en la ampliación hacia el norte del castellano de América) un objeto de análisis privilegiado.

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